Page 46 - Osho - El Equilibrio Cuerpo Mente_Lucid
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El joven doctor Dagburt acompaña al doctor Bones, médico de
cabecera, para ver cómo hace las visitas. “Yo realizaré las dos
primeras –advierte Bones-. Observe con atención, luego probará
usted”.
En la primera casa se encuentran con un hombre muy
afligido. “Mi esposa tiene unos terribles dolores de estómago”,
anuncia.
El doctor Bones procede a un breve examen, después se
agacha y mira debajo de la cama. “Señora –dice Bones- si corta
usted su excesivo consumo de caramelos y bombones, en un día se
pondrá bien”. Dagburt mira a hurtadillas debajo de la cama y ve el
suelo lleno de envoltorios de caramelos.
En la siguiente visita se encuentra a una apesadumbrada
Becky Goldberg. “¡Se trata de Hymie, docto!”, exclama la señora.
Estuvo muy desmemoriado ayer y hoy se tropezaba con todo.
Cuando lo llevé a la cama, quedó inconsciente”.
Al examinar a Hymie, Bones se agacha y mira debajo de la
cama. “Se trata de un problema muy simple –le anuncia el doctor
Bones a Hymie-. ¡Usted bebe demasiado!”. El joven doctor Dagburt
echa un vistazo debajo de la cama y ve siete botellas de ginebra
vacías.
En la tercera casa, es el turno de Dagburt. Llama al timbre y
pasa un largo rato antes de que abra la puerta una sofocada joven.
“Su marido nos llamó –anuncia Dagburt-. Nos dijo que no se
encontraba usted bien esta mañana y que viniéramos a verla”.
Suben al dormitorio y allí la mujer se recuesta. Dagburt la
examina y después mira debajo de la cama. “Mi opinión –concluye-
es que se pondrá usted bien si lleva una dieta sin leche”.
Según salen, Bones intrigado pregunta: “¿Cómo llegó a la
conclusión de que necesitaba tener una dieta sin leche?”.
“Bien –responde Dagburt- seguí su ejemplo y miré debajo de
la cama. ¡Me encontré al lechero!”.
Slobovia se encuentra con Kowalsky en el bar “El papa y la
fulana” para tomar una cervezas.
“¿Qué tal cocina su mujer?”, pregunta Kowalsky.
“Cuando llegué esta noche a casa –responde Slobovia- mi
esposa estaba llorando porque el perro se había comido el pastel
que había hecho para mí. “No llores –le dije- te compraré otro
perro”.
Señor Klopman –advierte el doctor Bones-, aunque está usted
enfermo, creo que seré capaz de sacarlo adelante”.
“Doctor –exclama Klopman- si lo consigue, cuando me ponga
bien, donaré cinco mil dólares para un nuevo hospital”.
Meses más tarde, Bones se encuentra con Klopman en la
calle. “¿Cómo se encuentra?” le pregunta.
“¡De maravilla, doctor, espléndidamente! –responde