Page 47 - Osho - El Equilibrio Cuerpo Mente_Lucid
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Klopman-. ¡Nunca me sentí mejor!”.
                          “He estado tratando de hablar con usted –añade Bones-. ¿
                   Quñe hay del dinero para el nuevo hospital?”.
                          “¿A qué se refiere?”, contesta Klopman.
                          “Usted dijo –responde Bones- que si se ponía bien donaría
                   cinco mil dólares para un nuevo hospital”.
                          “¿Dije yo eso? –pregunta Klopman-. ¡Eso demuestra lo
                   enfermo que debía estar enfermo!”.


                          Ruthie, la esposa de Moishe Finkelstein se está siempre
                   quejando del papel mediocre que hace su marido en la cama, por lo
                   que Moishe va a ver al médico. El doctor Bones le receta unas
                   nuevas píldoras milagrosas que seguro van a funcionar bien.
                          Un mes después, Moishe regresa a ver al doctor Bones. “Las
                   píldoras son fantásticas –anuncia Mosihe- he estado haciendo el
                   amor tres veces cada noche”.
                          “Eso es estupendo –exclama entusiasmado el doctor- ¿Qué le
                   parece ahora a su esposa como hace usted el amor?”.
                          “Ah, no lo sé –responde Mosihe- no he ido a cada todavía”.


                          Es una bonita mañana en la ciudad de Santa Banana,
                   California. Esperando a que lleguen los primeros pacientes, está un
                   nuevo especialista en supercirugía. El doctor Decapito. Este doctor
                   observa su consultorio equipado con la tecnología más moderna,
                   pulsa un timbre, y aparece su primer paciente, Cerdo Pulla.
                          “¡Doctor!”, grita Cerdo con toda la cabeza vendada.
                          “¡Ah, no me diga nada! –exclama el doctor Decapito-. Se trata
                   de su cabeza”.
                          -“¡Es extraordinario! –añade Cerdo-. ¿Cómo lo supo?”.
                          “Me di cuenta enseguida –responde el Doctor Decapito-. Llevo
                   treinta años ejerciendo la profesión”. Acto seguido el doctor se pone
                   a pulsar teclas en su computador y exclama: “No hay ninguna duda
                   al respecto; tiene usted una terrible jaqueca”.
                          “¡Es increíble! –añade Cerdo-. Llevo con ella toda la vida. ¿Me
                   la puede usted curar?”.
                          “Bien –responde el doctor Decapito, consultando la pantalla
                   de su computador- puede sonarle un poco drástico, pero sólo hay
                   una cosa por hacer. Debo extirparle el testículo izquierdo”.
                          “¡Dios mío! ¿Mi testículo izquierdo? –se lamenta Cerdo-.
                   Bueno, de acuerdo, haga lo que quiera con tal de que me quite esta
                   jaqueca”.
                          Una semana más tarde. Cerdo sale cansinamente de la
                   consulta del doctor Decapito, sin su testículo izquierdo, pero
                   sintiéndose un hombre nuevo.
                          “¡Ya no la tengo! –exclama Cerdo, intentando bailar, pero
                   notando que el mínimo movimiento resulta doloroso-. ¡Ya no tengo
                   jaqueca!”.
                          Para celebrar el acontecimiento, Cerdo se va directamente a
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