Page 74 - Osho - El Equilibrio Cuerpo Mente_Lucid
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no lo oye en absoluto, o puede que oiga sólo un ruido lejano. No
penetra en su corazón. Un cucú empieza a piar; una persona
sensual comienza a sentir como si el cucú no estuviera piando
desde un lejano árbol de mango, sino desde lo más profundo de su
propia alma. Se convierte en su propio trinar, se convierte en su
propia ansia de lo divino, su propia ansia por el amado. En ese
momento el observador y el observado son uno. Al ver florecer una
hermosa flor, la persona sensual florece con ella, se convierte en
flor con ella.
La persona sensual es fluida, adaptable. Hace suya cada
experiencia. Al ver un atardecer, es el mismo atardecer. Al ver la
noche, una noche oscura, de hermosa y silenciosa lobreguez, se
hace a sí misma oscuridad. Por la mañana se convierte en la misma
luz.
Se convierte en todo lo que es la vida. La saborea desde
cualquier esquina y escondrijo. De ahí nace su riqueza, que es
riqueza auténtica. Escuchando música, es la música; escuchando el
sonido del agua, es el mismo sonido. Y cuando el viento pasa por
los árboles de bambú, y éstos crujen, se encuentra muy cerca de
ellos. Está entre ellos, es uno más; es el mismo bambú.
Un maestro zen le aconsejó a uno de sus discípulos que quería
pintar bambúes: “Primero debes convertirte en uno de ellos”.
El discípulo era un pintor talentoso, había pasado por
numerosas pruebas artísticas, y con buenas calificaciones. Su
nombre ya había empezado a hacerse conocido. Pero el maestro le
recomendó: “Vete al bosque, vive entre los bambúes durante unos
años, conviértete en bambú. El día que puedas llegar a convertirte
en uno, regresa y pinta, nunca antes. ¿Cómo puedes pintar un
bambú si no sabes lo que éste siente en su interior? Puedes pintarlo
desde el exterior, pero será tan sólo como una fotografía.
Ésa es la diferencia entre la fotografía y la pintura. Una
fotografía nunca puede ser una pintura. Por muy bien hecha que
esté, de la forma más artística, sólo queda como el reflejo de la
circunferencia del bambú. Ninguna cámara puede penetrar en el
alma.
Cuando la fotografía apareció por primera vez, un gran pánico
cundió en el mundo de la pintura al creer que ésta perdería su
antigua belleza y su viejo pedestal; pues la fotografía se
desarrollaría más y más cada día y pronto llegaría a usurpar su
puesto. Tal miedo era absolutamente infundado. De hecho, tras la
invención de la cámara, la fotografía se ha desarrollado
enormemente, pero al mismo tiempo la pintura ha llegado a nuevas
dimensiones, nuevos horizontes, nuevas percepciones. La pintura se
ha enriquecido; tenía que suceder así. Antes de la invención de la
cámara, el pintor hacía las funciones de ella.
El maestro ordenó: “Vete al bosque”. Así lo hizo el discípulo, y
durante tres años habitó en el bosque, en compañía de los bambúes
en toda clase de climas. Porque cuando llueve, el bambú goza y