Page 35 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
P. 35

SEGUNDA PARTE



                                        Envejecimiento y conciencia


               La  conciencia  tiene  el  poder de cambiar el envejecimiento, pero es una espada de doble filo: tanto
               puede curar como destruir. La diferencia radica en cómo se condiciona o adiestra tu conciencia para
               adoptar diversas actitudes, supuestos, creencias y reacciones. Cuando estos patrones mentales son
               destructivos,  la  persona  se  ve  impulsada  por  su  mente  a  una  conducta  destructiva;  cuando  los
               patrones mentales son constructivos, la persona se ve motivada hacia una conducta de mejoramiento
               de sí misma. Antes de ser adiestrada, la conciencia es sólo un campo de energía e información; es la
               facultad que permite a la mente tener pensamiento antes de que el pensamiento tenga presencia real.
               Comparado con una sola expresión de materia y energía, ya sea un átomo o una galaxia, el campo
               cuántico  es  incomparablemente  más  poderoso,  pues  tiene  el  potencial  de  generar  infinitas  combi-
               naciones de acontecimientos de espacio-tiempo que nunca han acaecido.
                  De igual modo, como siempre se mantiene capaz de generar nuevos impulsos mentales, que a su
               vez  generan  nueva  información  biológica,  tu  conciencia  es  mucho  más  poderosa  que  cualquier
               pensamiento   que  pudieras  tener.  Conservar  ese  potencial  creativo  es  la  característica  del  no
               envejecer;  renunciar  a  él  en  favor  de  hábitos,  ritos,  creencias  rígidas  y  conductas  repetidas  desde
               hace  mucho   tiempo  es  característica  del  envejecimiento.  En  la  China  antigua,  el  Tao  Te  Ching
               proclamaba la misma verdad: «Todo lo flexible y fluyente tenderá a crecer; todo lo rígido y bloqueado
               se marchitará y morirá.»
                  Las impresiones de experiencias pasadas fijan en nuestra mente modelos previsibles que activan
               una conducta previsible. Todos tenemos una vida interior compleja, donde se arremolinan patrones
               de pensamiento positivos y negativos, pero el simple hecho es que la conciencia se puede adiestrar;
               es lo más fundamental que nos ocurre desde el nacimiento en adelante. Como cera fundida en la que
               se  hunde  un  anillo  de  sello,  la conciencia cruda e informe puede retener una impresión. Y una vez
               que la impresión se establece, la conciencia se acomoda a su alrededor.

                  La ilusión de no poder elegir

               En  la  niñez  éramos  más  impresionables  que  nunca;  nuestra  conciencia  era  como  cera  fresca,  no
               marcada aún por la experiencia. Al llegar la ancianidad, esa misma conciencia ha sido condicionada
               miles de veces y, como cera vieja utilizada demasiadas veces, la mente se torna quebradiza y rígida.
               Resulta  difícil  hallar  siquiera  un  pequeño  rincón  que  no  esté  condicionado  por  múltiples  capas  de
               experiencia. Los cuerpos viejos reflejan esa rigidez subyacente, que se siente en todas las células.
                  El  número  de  impresiones  que  se  superponen  dentro  de  nosotros  es  abrumador;  los psicólogos
               conductistas han calculado que tan sólo las claves verbales que nos suministraron nuestros padres
               en la primera infancia, que aún corren dentro de nuestra cabeza como cintas magnetofónicas con sor-
               dina, equivalen a más de veinticinco mil horas de puro condicionamiento. Para cada uno de nosotros,
               el  proceso  de  aprendizaje  que  nos  enseña  a  envejecer  es  complejo  y  jamás  termina.  Involucra
               actitudes  heredadas  de  la  familia,  los  padres  y  la  sociedad  desde  los  primeros  años.  ¿Qué  dijo  tu
               madre   cuando  detectó  sus  primeras  arrugas?  ¿Las  miró  como  al  temido  símbolo  de  la  juventud
               perdida? ¿Siguió considerándose bonita y deseable? ¿Cómo recibió tu padre la jubilación? ¿Como el
               fin de su existencia útil o como el umbral de un tiempo mejor? Tus abuelos, ¿eran guías benignos y
               sabios,  o  distantes  desconocidos  que  inspiraban  temor?  Las  señales  de  vejez  que  presentaban,
               ¿eran vistas como senectud o simplemente como cambio?
                  El efecto de condicionamiento es siempre el mismo: la elección se restringe. El acto de comer, por
               ejemplo, es una elección que casi todos ejercemos libremente varias veces al día. Pero quien padece
               de  anorexia  encuentra  esa  elección  gravemente  limitada.  En  la  conciencia  de  los  anoréxicos  hay
               poderosas   impresiones  de  poca  autoestima,  dura  culpa,  ira  reprimida  e  imágenes  de  un  cuerpo
               defectuoso.  Estas  impresiones  pueden  ser  extraordinariamente  intrincadas,  pero  el  resultado  final
               tiene la simplicidad de un gráfico. Esa persona ya no puede comer normalmente. La mera visión de la
   30   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40