Page 38 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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APRENDIENDO A NO ENVEJECER
                          El vínculo entre la creencia y la biología



         Aunque la conciencia resulta programada de mil maneras distintas, las más convincentes son las que
         llamamos creencias. Una creencia es algo a lo que te aferras porque consideras que es verdad. Pero
         a  diferencia  de  los  pensamientos,  que  forman  activamente  palabras  o  imágenes  en  tu  cerebro,  la
         creencia  suele  ser  silenciosa.  La  persona  que  padece  de  claustrofobia  no  necesita  pensar  «Este
         cuarto  es  demasiado  estrecho»  o  «En  esta  multitud  hay  demasiada  gente».  Puesto  en  un  cuarto
         pequeño y atestado, su cuerpo reacciona automáticamente. En algún lugar de su conciencia existe la
         creencia oculta que genera todos los síntomas físicos del miedo sin necesidad de pensar en eso. El
         flujo de adrenalina que causa sus palpitaciones cardiacas, las palmas sudorosas, el aliento jadeante y
         los mareos se activan en un plano más profundo que el de la mente pensante.
            Los  fóbicos  luchan  desesperadamente   por  usar  el  pensamiento  para  calmar  el  miedo,  pero  de
         nada sirve. El hábito del miedo se ha hundido tan profundamente que el cuerpo recuerda cumplir con
         él, aunque la mente se resista con todas sus fuerzas. Los pensamientos de un claustrofóbico («No
         hay nada que temer», «Los cuartos pequeños no son peligrosos», «Si los demás están tan tranquilos,
         ¿por  qué  no  puedo  dominar  esto?»)  son  objeciones  racionales,  pero  el  cuerpo  actúa  siguiendo
         órdenes que se imponen al pensamiento.
            Nuestras  creencias  referidas  a  la  ancianidad  tienen  ese  mismo  tipo  de  poder  sobre  nosotros.
         Permítaseme   un  ejemplo.  En  los  veinte  últimos  años,  los  gerontólogos  han  realizado  experimentos
         para demostrar que, al mantenerse activo durante toda la vida, aun acercándose a los 80 años, se
         frena  la  pérdida  de  tejido  muscular  y  esquelético.  Entre  los  jubilados  se  extendió  la  noticia  de  que
         debían  continuar  caminando,  corriendo,  nadando  y  haciendo  las  labores  domésticas.  Bajo  el  lema
         «Lo  que  no  se  usa,  se  pierde»,  millones  de  personas  esperan  ahora  mantenerse  fuertes  en  la
         ancianidad. Con esta nueva creencia instalada, ocurrió algo que antes se consideraba imposible.
            Ciertos  atrevidos  gerontólogos  de  la  universidad  de  Tufts  visitaron  un  hogar  de  ancianos;  allí
         seleccionaron a un grupo de los residentes más frágiles y los sometieron a un régimen de ejercicios
         con pesas. Se hubiera podido temer que la súbita introducción del ejercicio agotaría o mataría a estas
         frágiles personas; por el contrario, florecieron. Ocho semanas después, los músculos perdidos habían
         vuelto  en  un  300  por  ciento;  mejoraron  la  coordinación  y  el  equilibrio,  y  recuperaron  un  sentido
         general  de  la  vida  activa.  Algunos  de  los  sujetos,  que  ya  no  caminaban  sin  ayuda,  pudieron
         levantarse en medio de la noche para ir solos al cuarto de baño, acto de reclamada dignidad que no
         se puede considerar trivial. Sin embargo, lo más maravilloso de este logro es que el sujeto más joven
         del grupo tenía 87 años y el más anciano 96.
            Estos  resultados  siempre  fueron  posibles;  no  se  agregó  nada  nuevo  a  la  capacidad  del  cuerpo
         humano.   Todo   lo  que  ocurrió  fue  que  se  cambió  una  creencia  y,  al  suceder  eso,  cambió  el
         envejecimiento.  Si  tienes  96  años  y  temes  mover  el  cuerpo,  éste  se  consumirá.  Para  entrar  en  un
         gimnasio a esa edad debes creer que te hará bien al cuerpo; debes estar libre de miedo y creer en ti
         mismo.   Cuando  digo  que  el  envejecimiento  es  el  resultado  de  una  creencia,  no  insinúo  que  uno
         pueda   alejar  la  vejez  con  el  mero  pensamiento.  Por el contrario: cuanto mis fuerte sea la creencia,
         más arraigada estará en el cuerpo y más inmune será al control consciente.
            Según el sistema de creencias que tengamos tú y yo, la Naturaleza nos ha encerrado en cuerpos
         que envejecen contra nuestra voluntad. La tradición del envejecimiento se extiende hacia atrás hasta
         donde   llegan  los  registros  históricos  y  aun  en  la  prehistoria.  Animales  y  plantas  envejecen,  cum-
         pliendo con una ley universal de la Naturaleza. Cuesta imaginar que la vejez sea el resultado de una
         conducta aprendida, pues no se puede negar la biología.
            Sin embargo, la creencia básica de que el envejecimiento es un proceso fijo y mecánico, algo que
         nos sucede simplemente, es sólo una creencia. Como tal, nos impide ver todo tipo de hechos que no
         se ajustan al sistema de creencias al que nos aferramos. Entre las siguientes afirmaciones que crees
         ciertas, ¿cuántas se corresponden con los hechos?

            a)  Envejecer es natural; todos los organismos envejecen y mueren.
            b)  Envejecer es inevitable; no se puede impedir.
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