Page 60 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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         mejores  resultados,  haz  el  ejercicio  1  como  precalentamiento  a  fin  de  poner  tu  cuerpo  en  estado
         receptivo).  Aunque  las  intenciones  que  se  llevan  a  cabo  son  simples,  te  brindarán  confianza  en  tu
         capacidad   de  dirigir  la  conciencia,  que  es  esencial  si  quieres  cambiar  los  arraigados  patrones  del
         envejecimiento, pues el envejecimiento en sí es una intención que tus células obedecen fuera de tu
         control.

            1. Toma un trozo de cordel de unos treinta centímetros de longitud y ata en el extremo una pesa
               pequeña   para  formar  un  péndulo  (puede  servir  una  plomada  para  pescar,  una  arandela  o un
               tornillo de dos centímetros y medio). Sostén el cordel con la mano derecha y apoya el codo en
               una  mesa   o  en  el  brazo  del  sillón  para  poder  sostener  el  péndulo  con  firmeza.  Siéntate
               cómodamente y asegúrate de que el péndulo no se mueva.
                  Ahora mira la pesa y proyecta la intención de que el péndulo se mueva de lado a lado. La
               forma más simple de intención es visualizar cómo quieres que se mueva la pesa, pero puedes
               verbalizar  si  quieres  las  palabras  «de  lado  a lado». Mantén la atención fija en el péndulo y la
               intención bien firme en la mente, pero cuida de mantener el brazo quieto. Te sorprenderá ver
               que, a los pocos segundos, el péndulo comienza a moverse por cuenta propia. Si al principio se
               mueve   erráticamente,  no  trates  de  corregir  su  balanceo;  simplemente,  espera  hasta  que
               encuentre automáticamente el movimiento deseado.
                  Ahora  cambia  tu  intención  a  dirigir  el  péndulo  de  adelante  hacia  atrás.  Imagina otra vez el
               movimiento  en  tu  mente  y  rétenlo  allí  sin  esfuerzo.  Típicamente,  tu  péndulo  vacilará  algunos
               segundos y, después de algunos movimientos erráticos, tomará la dirección deseada.
                  Después de observarlo algunos segundos, ten la firme intención de que el péndulo se mueva
               en  círculos.  Volverá  a  detenerse,  moviéndose  erráticamente  uno  o  dos  segundos,  y  luego se
               moverá exactamente como lo visualizaste. Cuanto más trates de mantener tu brazo rígidamente
               quieto,  a  mayor  velocidad  se  moverá  el  péndulo.  Lo  curioso  es  que  hacer  este  ejercicio  en
               grupo  produce  el  mayor  efecto;  he  visto  a  varios  cientos  de  personas  hipnotizadas  por  el
               movimiento  de  sus  péndulos,  que  cambiaban  instantáneamente  de  dirección  al  toque de una
               intención, moviéndose con frecuencia en amplios arcos veloces. Aunque este ejercicio es muy
               simple, su efecto suele ser misterioso.
            2. Cómodamente sentado, presenta la mano derecha abierta, con la palma hacia fuera. Formula la
               intención de que tu palma se caliente. Para ayudarte, imagina que tu mano toca una plancha al
               rojo  vivo  o  una  brasa  encendida.  Retén  la  imagen  en  tu  mente.  A  los  pocos  segundos
               comenzará a aparecer la sensación de calor. Ahora levanta la mano izquierda y apunta hacia
               ella los dedos de la derecha, unidos y estirados. Formula la intención de que el calor se dispare
               de  tu  mano  derecha  hacia  la  palma  de  la  izquierda.  Para  ayudarte,  mueve  la  derecha  hacia
               delante y hacia atrás, como si pintaras con calor la otra mano (pero no permitas que se toquen).
               Casi todos sentirán que el calor se transmite de una mano a la otra; algunos experimentarán un
               leve cosquilleo o una sensación de escozor en la palma izquierda.
                  Este ejercicio es más efectivo si guías a otra persona para que lo haga. Si lo realizas solo,
               familiarízate primero con las instrucciones para poder probarlo sin interrupción.
            3.  Siéntate  cómodamente  y  sostén  un  termómetro  común  entre  el  pulgar  y  el  índice  de la mano
               derecha. Cierra los ojos y, por un momento, atiende a tu respiración. A medida que tu cuerpo se
               relaje,  continúa  el  seguimiento  de  tu  ritmo  respiratorio;  luego  fíjate  en  la  temperatura  del
               termómetro. Vas a cambiarla mediante la mera intención.
                  La intención de frío. Mientras respiras por la boca, siente el aire fresco que entra y sale por tu
               garganta. Al hacerlo piensa la palabra «fresco». Ahora imagina que el termómetro es un trozo
               de hielo que apenas puedes sostener entre los dedos. Al cabo de uno o dos minutos, fíjate en la
               temperatura que marca el termómetro; es probable que haya descendido entre medio grado y
               dos  grados  y  medio.  Si  no  notas  cambio  alguno,  reanuda  el  ejercicio  otro  par  de  minutos  y
               vuelve a consultar.
                  La intención de calor. Mientras respiras por la nariz, siente un momento el calor en el centro
               de tu pecho. Ahora piensa la palabra «caliente» e imagina que el termómetro es una brasa roja
               que apenas puedes sostener. Al cabo de uno o dos minutos, mira el termómetro; es probable
               que  se  haya  elevado  entre  medio  grado  y  dos  grados  y  medio.  Si  no  ves  cambio  alguno,
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