Page 56 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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elecciones y se hace más difícil romper las ataduras de la conducta autodestructiva. En este aspecto,
el envejecer se parece mucho a una adicción: el individuo cree tener dominada la situación, cuando
en realidad la conducta lo domina a él. Desde fuera, eso era lo que yo veía en Perry: se estaba
transformando ante mis ojos en un moribundo, y lo trágico era que no se daba cuenta de lo que se
estaba haciendo. La conciencia, cuando queda condicionada, asume la forma del hábito; la repetición
inconsciente refuerza los patrones destructivos y, a menos que se produzca un nuevo aprendizaje, la
inercia llevará al cuerpo cuesta abajo año tras año.
La conciencia y la reversión del envejecimiento
El aspecto luminoso, en el caso de Perry, era que casi todo cuanto le ocurría se podía corregir
creando una nueva modalidad de conciencia. Para lograrlo aprovechamos el hecho de que la
conciencia siempre genera información biológica. Basta el más leve cambio de conciencia para que la
energía y la información formen nuevos patrones. Si los viejos hábitos son tan destructivos es porque
no se permite que surjan a la existencia patrones nuevos; por lo tanto, la conciencia condicionada es
sinónimo de una muerte lenta.
Por el contrario, al aumentar la conciencia de alguien, llevándola a un foco nuevo y
desprendiéndola de esquemas antiguos, se puede alterar el envejecimiento. La psicóloga Ellen
Langer y sus colegas de Harvard ofrecieron una brillante demostración de esto en 1979, al revertir
efectivamente la edad biológica de un grupo de ancianos mediante un cambio de conciencia que se
logró por un método sencillo e ingenioso. Los sujetos, todos mayores de 75 años y en buen estado de
salud, debían reunirse para un retiro de una semana en un sitio campestre. Se les informó con
anticipación que se los sometería a una serie de exámenes físicos y mentales, pero además se les
impuso una estipulación fuera de lo común: no se les permitió llevar diarios, revistas, libros ni fotos
familiares posteriores a 1959.
La finalidad de este extraño requisito quedó a la vista cuando llegaron: el lugar había sido
preparado para reproducir la vida tal como era veinte años antes. En las mesas de lectura no había
publicaciones de 1979, sino números de Life y del Saturday Evening Post que databan de 1959. La
única música transmitida era de veinte años atrás. En concordancia con este retroceso, se pidió a los
hombres que se comportaran en todo como si estuvieran en 1959. Toda conversación debía referirse
a hechos y personas de ese año. Todos los detalles de esa semana campestre se prepararon para
que cada sujeto se sintiera, luciera, hablara y se comportara como si tuviera alrededor de 55 años.
Durante este período, el equipo de Langer realizó extensas mediciones de la edad biológica de los
sujetos. Los gerontólogos no han podido determinar los marcadores exactos que definen la edad
biológica, tal como he dicho antes, pero se compiló un perfil general de cada hombre utilizando
mediciones de fuerza física, postura, percepción, cognición y memoria a corto plazo, junto con
umbrales de audición, vista y gusto.
El equipo de Harvard quería cambiar el contexto en que estos hombres se veían a sí mismos. La
premisa del experimento era que el verse viejo ojo-ven influye directamente en el proceso de
envejecimiento en sí. Para cambiar el contexto a 1959, los experimentadores hacían que los sujetos
usaran fotos de identificación tomadas veinte años antes; el grupo aprendió a identificar a cada
miembro mediante esas fotos antes que por el aspecto actual; se les indicó que hablaran
exclusivamente en el tiempo presente de 1959 («¿Te parece que el presidente Eisenhower se
presentará con Nixon en las próximas elecciones?»); se referían a la esposa y a los hijos como si
también ellos fueran veinte años menores; aunque todos estaban jubilados, hablaban de sus carreras
como si aún estuvieran en plena actividad.
Los resultados de esta representación fueron notables. Comparados con un grupo de control que
hizo el retiro, pero continuó viviendo en el mundo de 1979, el grupo de la fantasía mejoró en memoria
y destreza manual. Sus miembros eran más activos y autosuficientes en cosas tales como servirse
solos a la hora de comer y limpiar sus cuartos; su comportamiento se aproximaba mucho más al de
los 55 años que al de los 75 (muchos habían llegado a depender de familiares más jóvenes para las
tareas de todos los días).
El cambio más notable, quizá, se relacionó con aspectos del envejecimiento que se consideraban
irreversibles. Se pidió a jueces imparciales que estudiaran las fotos de estos hombres, anteriores y
posteriores al experimento; esos jueces detectaron en las caras un visible rejuvenecimiento de tres