Page 58 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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EN LA PRÁCTICA:
                                 Usar el poder de la conciencia



         Los siguientes ejercicios han sido ideados para demostrar que puedes dirigir conscientemente el flujo
         de energía e información de tu cuerpo. Hay grandes beneficios a obtener una vez que comiences a
         usar deliberadamente tu conciencia:

            ·  Puedes aprovechar niveles de información más sutiles bajo la forma de claves corporales que
             ignoras. Tu cuerpo te dirá qué necesita y cuándo lo necesita; esto es lo opuesto a dejarse llevar
             por el hábito, que nunca se adecúa exactamente a las verdaderas necesidades del cuerpo.
            ·  Puedes   centrar  tu  atención  en  partes  del  cuerpo  que  expresan  molestias.  Por  la  simple
             localización de tu conciencia en una fuente de dolor, puedes hacer que se inicie la curación, pues
             el cuerpo envía naturalmente energía curativa dondequiera que fija la atención.
            ·  Puedes  activar  deseos  e  intenciones  para  satisfacerlos  con  más  eficiencia.  Una  intención  es
             básicamente una necesidad disfrazada, y el sistema mente-cuerpo está preparado para satisfacer
             directa  y  espontáneamente   todas  las  necesidades.  (Esto  es  muy  diferente  de  los  deseos
             adictivos o compulsivos que nuestra vieja programación ha incluido en nosotros.)

            Cuando   estas  tres  áreas  operan  correctamente,  el  condicionamiento  comienza  a  disolverse  en
         nuestros  planos celulares más profundos; esto es necesario para impedir que el cuerpo envejezca.
         Existen numerosas enseñanzas espirituales relacionadas con el poder de la conciencia; las técnicas
         de los chamanes nativos de Norteamérica pueden diferir notoriamente de las que utilizan los monjes
         tibetanos o los yoguis hindúes, pero en general se usa la conciencia como poder curativo: cuando se
         le permite fluir libremente, restaura el equilibrio.
            Al  poner  la  conciencia  en  contacto  con  los  patrones  inmovilizados  del  viejo  condicionamiento,
         estos patrones comienzan a fundirse, pues en último término todo cuanto percibimos o pensamos es,
         simplemente,   un  aspecto  de  nuestra  conciencia.  La  molestia  que  el  cuerpo  manifiesta  como  dolor,
         entumecimiento,   espasmo,  inflexibilidad  y  trauma  son,  todos  ellos,  nudos  que  la  conciencia  puede
         desatar  por  sí  misma.  Mediante  la  práctica  y  la  dedicación  puedes  curar cualquier desequilibrio del
         sistema mente-cuerpo mediante la conciencia, una vez que aprendas las adecuadas técnicas de re-
         lajación, liberación y penetración psicológica.
            Lo  que  sigue  son  algunos  procedimientos  iniciales  para  localizar  la  atención  y  cumplir  las
         intenciones. En secciones posteriores avanzaremos hacia técnicas más profundas y potentes, pero
         aun en esta etapa, las vinculaciones que se forjan entre mente y cuerpo son sumamente útiles para
         apartarse de los viejos senderos que crean el envejecimiento.

                                     EJERCICIO 1: PRESTAR ATENCIÓN A TU CUERPO

         Aunque   todos  sabemos   prestar  atención  a  algo  que  está  fuera  de  uno  mismo,  así  como  todos
         sentimos desviarse nuestra atención hacia un padecimiento del cuerpo, tal como un dolor de muelas
         o un espasmo muscular, existen muchas claves sutiles que en la vida cotidiana se nos escapan. La
         conciencia  tiene  muchos  planos  y  es  preciso  permitir  que  fluya  de  uno  a  otro,  pues  el  flujo  es  su
         estado natural. En este primer ejercicio deberás dirigir fácilmente tu atención a cada zona del cuerpo;
         cuando   sucede  esto,  el  acto  de  prestar  atención  libera  tensiones  profundamente  acumuladas.  Tu
         cuerpo, como una criatura, quiere atención y se siente reconfortado cuando la recibe.


            Acuéstate  o  siéntate  en  una  silla  cómoda,  con  los  ojos  cerrados  (elige  una  habitación  tranquila,
         libre de ruidos que puedan distraerte). Concentra tu atención en los dedos del pie derecho. Cúrvalos
         hacia abajo hasta que los sientas tensos; luego afloja la tensión y experimenta la relajación que los in-
         vade. No te apresures en tensarlos ni en relajarlos; tómate tiempo para sentir lo que sucede. Ahora
         deja  escapar  un  suspiro  largo  y profundo, como si estuvieras respirando por los dedos de los pies;
         que toda la fatiga y la tensión acumuladas se vayan con el aliento. No bufes ni soples; simplemente,
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