Page 54 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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         si  se  trataba  de  un  problema  de  tiroides;  entre  los  trastornos  que  pueden  imitar  el  envejecimiento
         figura la deficiencia tiroidea (hipotiroidismo), que provoca un decrecimiento anormal del metabolismo;
         sus  víctimas  se  tornan  lentas  y  torpes;  el  pelo  se tiñe de gris y se arruga la piel. Esta imitación del
         envejecimiento natural desaparece una vez que se proporcionan los niveles normales de tiroxina. la
         hormona   que  falta.  Sin  embargo,  Perry  presentaba  niveles  tiroideos  adecuados,  lo  cual  arrojaba  la
         carga de la explicación hacia otras influencias.
            Cuando   alguien  parece  estar  envejeciendo  tan  mal  que  se  presentan  señales  de  senectud,
         debilidad e incapacidad, es importante investigar su estilo de vida. En la rutina diaria de una persona
         surgen  problemas  que  se  ignoran  con  demasiada  frecuencia,  sobre  todo  cuando  son  «cosas  de la
         edad». Se calcula que entre un 30 por ciento y un 50 por ciento de los casos de senilidad resultan de
         los siguientes factores tratables:

                                             Desnutrición
                                             Efectos colaterales de drogas
                                             Fumar
                                             Abuso del alcohol
                                             Deshidratación
                                             Depresión
                                             Inactividad

            Todos estos factores comienzan en la conciencia y surgen, ya del descuido, ya del hábito. Solos o
         en combinación, cualquiera de ellos puede afectar dramáticamente al aspecto y el modo de actuar de
         una persona. En la «antigua vejez» de los padres de Perry, en general se había prestado muy poca
         atención a lo destructivo de estos factores. Los ancianos se olvidaban de comer bien, descuidaban
         los líquidos, se aficionaban al tabaco y a la bebida para calmar la soledad, y pasaban el día sentados
         en silencio porque eso era ser viejo.
            Antes  los  médicos  acostumbraban   a  prescribir  simultáneamente  a  los  ancianos  medicamentos
         para  la  presión,  píldoras  para  dormir  y  tranquilizantes,  sabiendo  muy  bien  que,  en  su  mayoría,
         mezclaban estas drogas con alcohol o los tomaban en dosis indebidas. Los médicos permitían fumar
         (y hasta lo recomendaban; hace poco un hombre me contó que, cuando era niño, su abuela consultó
         al  médico  de  la  familia  por  una  congestión  sinoidal  y  éste  le  aconsejó  ¡fumar  cigarrillos  de  mentol!
         Siguiendo  responsablemente   las  indicaciones  de  su  médico,  ella  fumó  su  primer  cigarrillo  a  los  60
         años   y  mantuvo  la  adicción  hasta  su  muerte,  quince  años  después).  Dar  consejos  sobre  la
         alimentación  no  caía  en  la  esfera  de  acción  de  los  médicos;  los  ancianos  tenían  que  estar
         gravemente deshidratados o desnutridos, a veces hasta el coma, para que se buscara la intervención
         profesional. Aún hoy, cuando sabemos que la falta de vitaminas esenciales puede crear síntomas de
         senilidad,  sobre  todo  la  falta  de  vitamina  B12,  a  muchos  ancianos  no  se  les  transmite  esta
         información.
            Analicemos   ahora  el  estado  de  Perry  teniendo  en  cuenta  la  lista  anterior.  Como  su  esposa  me
         había  dicho  que  pasaba  la  mayor  parte  del  día  sentado  en  la  casa,  la  inactividad  física  ya  estaba
         dada.  Ante  mis  preguntas,  Perry  reveló  que  bebía  más  desde  que  estaba  jubilado  y  que,  con
         frecuencia, comenzaba temprano. Cuando trabajaba tenía como norma no servirse jamás una copa
         antes  de  las  cinco  de  la  tarde,  pero  tal  como  decía  melancólicamente:  «Mi  autodisciplina  se  fue  al
         diablo. Creo que es eso lo que ocurre.»
            Como era levemente hipertenso, tomaba un medicamento para la presión, no sabía exactamente
         cuál (resultó ser un betabloqueante); en dos años no se había hecho cambiar la dosis. «Trato de no
         tomar  las  píldoras  si  no  me  sube  la  presión»,  confesó.  Le pregunté cómo sabía cuándo le subía la
         presión. «Bueno, cuando me siento tenso o cuando mi mujer me importuna», respondió. En realidad,
         la hipertensión no coincide con la tensión nerviosa, pese a su nombre; tampoco tiene síntomas claros,
         por  cierto.  Y  para  que  la  medicación  sea  efectiva  es  preciso  tomarla  todos  los  días,  sobre  todo
         tratándose de betabloqueantes, que requieren un período para que el cuerpo se ajuste a ellos.
            Entre  los  problemas   evitables  del  envejecimiento,  una  gran  cantidad  se  deben   al  uso
         indiscriminado  de  drogas  por  receta.  A  menos  que  se  esté  avisado  de  este  peligro,  mezclar
         medicamentos    se  convierte  en un hábito que muchos acentúan al envejecer. Entre las drogas más
         usadas por los ancianos figuran los somníferos y los diuréticos (ampliamente recetados para la alta
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