Page 94 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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Wallace descubrió que en la meditación se unían estos opuestos; aunque los sujetos meditantes
se mantenían lo bastante alerta para oprimir un botón cada vez que trascendían (es decir, cuando
experimentaban la conciencia pura), caían en un estado de reposo dos veces más profundo que el
sueño más profundo. Más aún: lo hacían con mucha celeridad; generalmente, antes de transcurridos
diez minutos después de cerrar los ojos, en contraste con las cuatro, cinco o seis horas que tardamos
en lograr la relajación más profunda cuando dormimos.
Comenzando en 1978,Wallace investigó los efectos de la meditación en el envejecimiento
humano. Utilizó tres marcadores de la edad biológica como resumen del proceso de envejecimiento
en su totalidad: la presión sanguínea, la visión a corta distancia y el umbral de audición, todos los
cuales declinan típicamente con los años. Pudo demostrar que todos estos marcadores mejoraban
con la práctica de la MT a largo plazo, indicando que, en verdad, la edad biológica se revertía. Los
meditadores que practicaban la técnica regularmente desde hacía menos de cinco años tenían una
edad biológica en término medio cinco años inferior a su edad cronológica; los que meditaban desde
hacía más de cinco años eran doce años más jóvenes de lo que indicaba su edad cronológica.
Estos resultados eran tan válidos entre los sujetos más jóvenes como entre los de mayor edad.
Investigaciones posteriores sobre el estado general de salud de dos mil meditadores, en un plan de
seguros de grupo, confirmaron que gozaban de notable buena salud en todos los grupos de edad.
Quienes practicaban la MT visitaban al médico e ingresaban en hospitales una vez por cada dos de
quienes integraban el grupo de control. Se notaron reducciones marcadas en trece categorías
principales de la salud; las enfermedades cardiacas, por ejemplo, eran menos frecuentes que en el
grupo de control en más del 80 por ciento; los casos de cáncer, en más del 50 por ciento.
Significativamente, las mayores mejoras se presentaban en los meditadores que superaban los 65
años de edad.
Una década después me tocó desempeñar mi parte en la demostración de que estos beneficios se
relacionaban justamente con el tipo de hormonas que he analizado como marcadores principales del
envejecimiento. En mi condición de médico, desde 1980 recomendaba practicar la MT, además de
practicarla yo mismo. A fines de esa década, un colega mío, el doctor Jay Glaser, me invitó a
Colaborar en su investigación de un esferoide muy intrigante, llamado DHEA
(dehidroepiandrosterona). La DHEA es una sustancia abundante, pero que apenas conocemos
vagamente, segregada por la corteza suprarrenal; circula en la sangre en cantidades miles de veces
mayores que ambas hormonas sexuales: el estrógeno y la testosterona; sin embargo, la función
específica de la DHEA en el cuerpo resulta elusiva.
Glaser decidió investigar una propiedad de la DHEA: la de ser la única hormona que declina con la
edad en línea recta. Los niveles de DHEA llegan a su máximo alrededor de los 25 años; caen en
proporción cada vez mayor después de la menopausia y se reducen al 5 por ciento en el último año
de vida. Se sabía que era una precursora de las hormonas del estrés, tales como la adrenalina y el
cortisol; eso significa que, cuando el cuerpo elabora estas hormonas, debe utilizar parte de la reserva
de DHEA con la que hemos nacido. Esto explicaría el hecho de que la DHEA decline con el tiempo;
sin embargo, esta disminución no es la causa del envejecimiento, sino un reflejo del estrés, según
continúa acumulándose a lo largo de la vida.
A fines de la década de los ochenta. se produjo un gran entusiasmo cuando Arthur Schwartz,
bioquímico de la Universidad de Temple, administró DHEA a ciertos ratones y observó una notable
reversión del envejecimiento. Los ratones viejos recobraban el vigor juvenil; el pelaje volvía a ser lus-
troso y suave; desaparecían cánceres incipientes, fueran inducidos por medios artificiales o por
causas naturales; los animales obesos recuperaban el peso normal; aumentaba la respuesta
inmunológica y los afectados de diabetes mejoraban drásticamente. Se inició la carrera para patentar
una versión de la molécula de DHEA, si bien existía un preocupante riesgo de efectos colaterales
graves, como con todas las hormonas, y no resultaba útil administrarla por vía oral, pues se
descomponía en el aparato digestivo.
Pero Glaser coincidía conmigo en pensar que la DHEA era un marcador de la exposición del
cuerpo al estrés. Sabemos que, con la aceleración del estrés, aumentan los glucocorticoides,
disminuyendo al mismo tiempo la reserva de DHEA. Por otra parte, los niveles altos de esta hormona
se asocian con una menor incidencia de trastornos en la arteria coronaria, cáncer de mama y
osteoporosis. Esto tiene sentido, porque todas estas dolencias del envejecimiento se pueden asociar
con una excesiva respuesta al estrés. También se asocia el nivel alto de DHEA con la mayor