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250 La introducción de La Segunda Venida de criSto a Su igLeSia

                   161  Tan pronto como la visión me dejó, dije: “¡Amén, Señor!”. Y mi mujer estaba allí de pie,
               casi desmayada. Y salté de la cama, pude hablar tan bien como siempre; en un segundo toda la
               fiebre me dejó.
                   162  Llamé al doctor Schoen y le dije: “Me gustaría que me viera”. Él dijo: “¿Qué?”.
                   163  Y fui allí, y él me miró, miró la sinusitis, y dijo: “Dígame lo que pasó, hermano Branham”.
               Y yo dije: “¿Creería usted mi historia?”. Él dijo: “¿Cómo podría dudarlo? Ha sucedido”.
                   164  Eso es, ¿ven? Eso es, amigos. Dios sabe cómo sostenerle en un montón de cenizas. Él
               sabe cómo hacer algo por usted hasta que Él pueda hacer llegar el Mensaje a usted, ¿ven?, para
               llegar a hacer algo.
                   165  Hoy, no conozco la derrota. No hace mucho estuve escuchando una transmisión de
               radio. Y había un ministro predicando sobre la resurrección, de Primera de Corintios 15. Y él
               estaba predicando acerca de la resurrección. Y se detuvo justo en la mitad de su sermón, y dijo:
               “¿Saben?, mucha gente tiene miedo a la derrota”. Él dijo: “Cuando el general Patton perdió un
               grupo de soldados (dijo), entonces ellos le dijeron… Él envió de vuelta y quería algunos más;
               y ellos le enviaron algunos más. Él consiguió que los mataran, y mandó a buscar algunos más.
               Y cuando obtuvo el tercer grupo allí arriba (dijo), cada vez que una bala silbaba, ellos corrían
               bajo una chapa, o corrían bajo otra cosa, asustados”.
                   166  Dijo: “Envíenme hombres, y no niños”. Dijo: “Quiero hombres que estén listos para
               morir. No quiero a alguien que tenga miedo de morir. Si la causa por la que luchamos no es
               digna de morir, entonces aléjenlos de mí. Quiero hombres”. Dijeron: “Pero has perdido dos o
               tres batallas”.
                   167  Él dijo: “No he perdido la guerra. Sólo he perdido una batalla”. Algo habló en mi corazón.
                   168  Recuerdo que Eisenhower dijo: “Cuando iba a disparar una bala, di la orden y lanzaron
               un proyectil en el cañón; lo sacaron y fue un fiasco, no funcionó”. Dijo: “No renuncié y no me
               rendí. Deseché la bala y puse otra, y lo intenté. Si no funcionaba ponía otra, hasta que una sí
               funcionaba”.
                   169  Así es como hay que hacerlo. No sé cómo será; pero Dios como mi Juez sobre este
               púlpito, yo no sé cuántas frustraciones y cuántas batallas perderé, pero no perderé la guerra.
               Él me dijo que estaría conmigo. Estaré hasta que vea ese ministerio confirmado y lo vea en
               funcionamiento. Comienzo esta mañana, por la gracia de Dios. No sé si funcionará aquí, si
               funcionará en otro lugar, cómo funcionará o qué ocurrirá. Pero continuaré con las filas de
               oración, orando por los enfermos, hasta que sepa lo que está sucediendo. Lo he visto suceder
               dos o tres veces.
                   170  Lo he visto suceder en la casa de Hattie. ¿Cuántos oyeron alguna vez la historia de las
               ardillas, y de la niña, la mujercita? La primera persona en todo el tiempo que hemos conocido,
               desde los días de los discípulos, a la que se le dio el privilegio de decir: “Pide lo que quieras”.
               ¿Alguna vez escucharon la historia? ¿Han visto alguna vez a la mujer? ¿Cuántos nunca la han
               visto, y quieren, les gustaría ver a la mujer a la que le ocurrió? Nosotros… Hattie, ¿quieres
               levantarte? Ahí está la dama.
                   171  Estando en su casa, después de haber visto ocho ardillas…; no había absolutamente
               ninguna por ningún lado; y sólo hablar la palabra, y allí estarían paradas. Eso es cierto. Eso es,
               allí estaban. Y yo dije: “¿Qué hizo que vinieran las ardillas?”, allí sentados en su mesa. Y su
               madre, la hermana Wright (aquí está el hermano Wright), estaba sentada allí. ¿Cuántos estaban
               en la mesa?, ¿cuántos están aquí esta mañana? Levanten la mano. Bueno, aquí están, por todo
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