Page 298 - La introduccion de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia.indb
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292 La introducción de La Segunda Venida de criSto a Su igLeSia
el parabrisas.
92 Y mientras lo hacía, una Voz dijo: “Vuelve, y dile que lea Segunda de Crónicas 22”.
93 Pensé: “Sólo… sólo… no sé cómo pude pensar eso”. Pensé: “Bueno, sólo lo imaginé”.
Seguí lavando.
94 Y de nuevo vino, muy fuerte: “¡Ve, dile!”. Bueno, me asustó.
95 Entré y lo leí. ¿Saben lo que es? Es cuando Miriam se burló de Moisés por casarse con
una chica etíope. Y Dios dijo: “Era mejor que tu padre te escupiera en la cara, que hacer eso”.
¿Ven? Y Él los llamó, y dijo: “Vayan, traigan a Miriam, ella está golpeada por la lepra”. Dijo:
“Vayan, traigan a Miriam”. Y Moisés… Y la Columna de Fuego bajó al tabernáculo. Y Moisés
se quedó allí. Y Dios les habló. Dijo: “Si hay alguno entre vosotros que sea espiritual o profeta,
yo, el Señor, me daré a conocer a él. Le hablaré en visiones, le revelaré sueños, etc.”. Dijo:
“Pero Mi siervo, Moisés, no hay ninguno como él en la Tierra”. Dijo: “¿No temes a Dios?”. Y
Miriam, siendo una profetisa, fue afectada por la lepra. Y Moisés intercedió por ella, y vivió.
96 Entonces, eso me asustó. Lo había olvidado. Yo no lo noté, pero Él sí. Él fue el que lo
notó. Esa era mi esposa, yo moriría en cualquier momento por ella. Pero Dios lo notó. Ahora,
esta es la verdad, mi Biblia puesta aquí en frente de mí.
97 Y entré. Y ella había entrado en el cuarto y cerrado la puerta, y estaba cosiendo en la
máquina de coser. Y yo toqué la puerta, y dije: “Cariño, quiero hablar contigo un minuto”. Ella
dijo: “¿Qué quieres?”.
98 Le dije: “Cariño, abre la puerta, ahora mismo. Tengo una palabra del Señor”. Eso la puso
un poco sobria, así que abrió la puerta.
99 Y entramos. Y yo dije: “Cariño, ahora, sabes tanto como te amo, yo–yo–yo nunca pensé
nada sobre eso”. Ella dijo: “Bueno, Bill, si… ¡Estoy tan nerviosa!”.
100 Yo dije: “Lo sé. Pero a Él no le gustó eso. Eso no le agradó a Él. Él me dijo allí mismo en
el árbol, ese árbol allí, esa pequeña palmera en frente de la casa allí, que entrara aquí y ‘leyera
esta Escritura’ para ti”. Y la leí.
101 Entonces, al cabo de unos días le dolía el lado izquierdo. Tuvimos que ir a casa. Y siguió
empeorando. Oré por ella. Siguió empeorando.
102 La llevé a mi amigo médico en Louisville, el doctor Schoen, especialista. Él la examinó
y dijo: “Sra. Branham, dígale al hermano Branham que quiero verlo”. Ella dijo: “Doctor, ¿qué
encontró?”. Dijo: “Prefiero decírselo a él”.
103 Así que Meda me llamó y vine. Y dijo: “Hermano Branham, ella tiene un quiste en el
ovario izquierdo, del tamaño de una nuez”. Y volví a casa con ella, y le dije: “¿Te acuerdas?”.
104 Ella dijo: “Eso sucedió con el hermano Sharrit, si no me equivoco, allá en California.
Me lo has contado desde hace dieciséis años”. Yo dije: “Así es. Ahora está apareciendo”. Ella
dijo: “Bill, ¿crees que es lo que hice esa mañana?”.
105 Yo dije: “No lo sé, cariño, no puedo decirlo”. Bueno, nos abrazamos y empezamos a
llorar, ante el Señor. Entré en la habitación y oré por ella, con todo mi corazón.
106 Llamé al doctor Schoen y le dije: “Doctor, ¿qué debemos hacer?”. Él dijo: “Hay que
sacarlo de ahí”. Y yo le dije: “Déjelo tranquilo por un tiempo”.
107 Él dijo: “Le diré, hermano Branham, tal vez sea mejor que la envíe a una especialista,
con ella, una buena amiga. También es cristiana”.
108 Yo dije: “Bueno, ¿y usted, doctor?”. Quería hacerse a un lado de eso, ya ven.
109 Dijo: “Te enviaré para allá”. Él me amaba, y él respetaba mi trabajo para el Señor. Y él