Page 76 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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               Cuando parece que ya no hay más escondites, Jesús nos invita a apartar
               la mirada de los traumas de la Tierra y encontrar fuerzas en el Santuario
               celestial, su ciudad de refugio.
                  En el libro de Hebreos, el apóstol Pablo nos anima con estas palabras:
                              Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote
                           que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos
                           a lo que creemos. Nuestro Sumo Sacerdote comprende
                           nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una
                           de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo,
                           él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza
                           al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su
                           misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará
                           cuando más la necesitemos (Hebreos 4:14-16).
                  Jesús, quien murió por nosotros, también vive para nosotros. Pasó
               por todas las pruebas, tentaciones y traumas que enfrentamos, pero en
               un grado infinitamente mayor. No hay nada en nuestra experiencia hu-
               mana que él no comprenda o que nunca haya sufrido.
                  Por eso, Cristo nos invita a entrar en su presencia por fe, en el
               Santuario celestial, para encontrar “la gracia que nos ayudará cuando
               más la necesitemos” (Hebreos 4:16). ¿Estás pasando por un momento
               de necesidad? ¿Buscas un lugar seguro, un lugar de refugio y seguridad?
               Jesús te invita a refugiarte en él.

               Acceso inmediato al Padre
                  El mensaje central del ministerio sumosacerdotal de Jesús en
               el Santuario celestial es que, a través de él, tenemos acceso al Padre.
               Tenemos acceso al Padre gracias a Jesucristo, quien intercede por no-
               sotros. No hay experiencia que enfrentemos en la vida que nuestro
               Sumo Sacerdote celestial no haya pasado y no entienda. Nuestro Sumo
               Sacerdote nos comprende. Se identifica con nosotros. Nuestro Sumo
               Sacerdote obtuvo la victoria por nosotros. Él nos perdona, nos libera y
               nos da poder. El apóstol agrega: “Por eso puede salvar –una vez y para
               siempre– a los que vienen a Dios por medio de él, quien vive para siem-
               pre, a fin de interceder con Dios a favor de ellos” (Hebreos 7:25).
                  Las Escrituras revelan que cada uno de nosotros tiene una ciudad
               de refugio:
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