Page 79 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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Dónde encontrar seguridad 75
Cuando miramos a Jesús, estamos a salvo. En la vida cristiana, la
dirección en la que miramos marca toda la diferencia. Si nos centra-
mos en el pasado, a menudo seremos superados por una sensación de
fracaso. Si miramos a nuestro corazón, nos sentiremos abrumados por
nuestra propia insuficiencia. Si nos preocupamos demasiado por el fu-
turo, podemos terminar rodeados de preocupaciones. Al mirar a Jesús
en el Santuario celestial, descubrimos nuestra verdadera sensación de
paz. Por fe, descansamos en su amor en la ciudad celestial de refugio. En
sus brazos, estamos a salvo ahora y para siempre.
El sábado: un remanso de paz
Además del Santuario celestial, en el que entramos mediante la fe
en Jesús, para encontrar un lugar de refugio y seguridad en este mundo
destrozado, nuestro Padre celestial creó un lugar de seguridad y refugio
en la Tierra. El pensador judío Abraham Heschel llama al sábado “el
santuario de Dios en el tiempo”. Cada semana, Dios nos invita a experi-
mentar el descanso y encontrar refugio incluso en este mundo frenético
y descontrolado. Podemos dejar de lado las preocupaciones de la vida
cuando entramos en el descanso sabático divino.
En la Creación, milenios antes de la existencia de los judíos, Dios
separó el séptimo día, el sábado. Génesis, el primer libro de la Biblia,
dice: “Cuando llegó el séptimo día, Dios ya había terminado su obra de
creación, y descansó de toda su labor. Dios bendijo el séptimo día y lo
declaró santo, porque ese fue el día en que descansó de toda su obra de
creación” (Génesis 2:2, 3).
En el libro de Éxodo, la Palabra de Dios nos dice que Dios “dejó de
trabajar y descansó” el séptimo día, al final de la semana de la Creación
(Éxodo 31:17). Cuando entramos en el descanso divino del sábado,
como lo ordena Éxodo 20:8 al 11, también nos sentimos renovados. El
sábado es un oasis en el tiempo, un lugar de calma, paz y seguridad en
un mundo salvaje y fuera de control.
El sábado es eterno. Va desde el Jardín del Edén, en la Creación, has-
ta el jardín en el que Dios transformará este planeta al final de los tiem-
pos. Se extiende desde el paraíso perdido hasta el paraíso restaurado.
Necesitamos ese tipo de “para siempre” en nuestra vida. Necesitamos
un lugar que nos dé la seguridad de que estamos en una relación eterna