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CAPÍTULO IV


                                LA «INEVITABILIDAD»
                               DE LA PLANIFICACIÓN




                                 Fuimos los primeros en afirmar que conforme la civilización
                                 asume formas más complejas, más tiene que restringirse la
                                 libertad del individuo.
                                                                 BENITO MUSSOLINI 1










               Es un hecho revelador lo escasos que son los planificadores que se conten-
               tan con decir que la planificación centralizada es deseable. La mayor parte
               afirma que ya no podemos elegir y que las circunstancias nos llevan, fuera
               de nuestra voluntad, a sustituir la competencia por la planificación. Se cul-
               tiva deliberadamente el mito de que nos vemos embarcados en la nueva di-
               rección, no por nuestra propia voluntad, sino porque los cambios tecnoló-
               gicos, a los que no podemos dar vuelta ni querríamos evitar, han eliminado
               espontáneamente la competencia. Rara vez se desarrolla con alguna ampli-
               tud este argumento;es una de esas afirmaciones que un escritor toma de otro
               hasta que, por simple iteración, llega a aceptarse como un hecho establecido.
               Y, sin embargo, está desprovisto de fundamento. La tendencia hacia el mo-
               nopolio y la planificación no es el resultado de unos «hechos objetivos» fuera
               de nuestro dominio,sino el producto de opiniones alimentadas y propagadas
               durante medio siglo hasta que han terminado por dominar toda nuestra
               política.
                  De los diversos argumentos empleados para demostrar la inevitabili-
               dad de la planificación, el que con más frecuencia se oye es que los cambios


                  1. [Benito Mussolini, Informe al Gran Consejo Fascista, 1929, citado en E.B.Ashton, The Fascist:
               His State and His Mind (Nueva York: William Morrow and Co., 1937), p. 63, nota 5. —Ed.]

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