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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  o «bienestar social». No nos libera de la necesidad de decidir en cada caso
                  particular entre los méritos de individuos o grupos particulares y no nos ayuda
                  en esta decisión. Todo lo que, de hecho, nos dice es que tomemos del rico
                  cuanto podamos.Pero cuando se llega a la distribución del botín,el problema
                  es el mismo que si no se hubiera concebido jamás la fórmula de una «mayor
                  igualdad».


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                     A la mayoría de la gente le es difícil admitir que no poseemos patrones
                  morales que nos permitan resolver estas cuestiones, si no perfectamente, al
                  menos con una mayor satisfacción general que la que consiente el sistema
                  de competencia.¿No tenemos todos alguna idea de lo que es un «precio justo»
                  o un «salario equitativo»? ¿No podemos confiar en el firme sentido de la
                  equidad que posee el pueblo? Y aun si no nos ponemos ahora de acuerdo
                  plenamente sobre lo que es justo y equitativo en un caso particular, ¿no se
                  consolidarían pronto en patrones más definidos las ideas populares si se diera
                  a la gente una oportunidad para ver realizados sus ideales?
                     Por desgracia, hay poco fundamento para estas esperanzas. Los patrones
                  que tenemos surgieron del sistema de competencia que hemos conocido, y
                  desaparecerían, necesariamente, tan pronto como se perdiese la competen-
                  cia. Lo que entendemos por un precio justo o un salario equitativo es, o el
                  precio o salario usuales,la remuneración que la experiencia pasada ha permi-
                  tido a la gente esperar, o el precio o salario que existiría si no hubiera explo-
                  tación monopolista. La única excepción importante a esto fue la pretensión
                  de los trabajadores al «producto íntegro de su trabajo», en la que tanto de la
                  doctrina socialista tiene su antecedente. Pero pocos socialistas de hoy creen
                  que en una sociedad socialista el producto de cada industria debería repar-
                  tirse enteramente entre los trabajadores de la misma; porque esto significa-
                  ría que los obreros de las industrias que usan una gran proporción de capi-
                  tal dispondrían de unos ingresos mucho mayores que los empleados en las
                  industrias poco dotadas de capital, lo cual considerarían muy injusto la ma-
                  yoría de los socialistas. Y ahora se reconoce con bastante generalidad que
                  esta pretensión particular se basa en una interpretación equivocada de los
                  hechos. Pero, una vez que se rechaza la pretensión del trabajador individual

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