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CAMINO DE SERVIDUMBRE
se debe al designio de alguien. En una sociedad en régimen de competencia
no hay menosprecio para una persona,ni ofensa para su dignidad por ser despe-
dida de una empresa particular que ya no necesita sus servicios o que no puede
ofrecerle un mejor empleo. Cierto es que en los periodos de prolongado paro
en masa el efecto sobre muchas personas puede ser muy diferente, pero hay
otros y mejores métodos que la dirección centralizada para prevenir esta cala-
midad.Mas el paro o la pérdida de renta a que siempre se verá sometido alguien
en cualquier sociedad es, sin duda, menos degradante si resulta de la mala
suerte y no ha sido impuesto deliberadamente por la autoridad. Por amargo
que sea el trance, lo sería mucho más en una sociedad planificada. En ella,
alguien tendría que decidir no sólo si una persona es necesaria en una deter-
minada ocupación, sino incluso si es útil para algo y hasta qué punto lo es.
Su posición en la vida le sería asignada por alguien.
Si bien la gente estará dispuesta a sufrir lo que a cualquiera le pueda suce-
der, no estará tan fácilmente dispuesta a sufrir lo que sea el resultado de la
decisión de una autoridad. Será desagradable sentirse un simple diente en
una máquina impersonal;pero es infinitamente peor que no podamos aban-
donarla, que estemos atados a nuestro sitio y a los superiores que han sido
escogidos para nosotros. El descontento de cada uno con su suerte crecerá,
inevitablemente, al adquirir conciencia de ser el resultado de una deliberada
decisión humana.
Una vez el Estado se ha embarcado en la planificación en obsequio a la justi-
cia, no puede rehusar la responsabilidad por la suerte o la posición de cual-
quier persona. En una sociedad planificada todos sabríamos que estábamos
mejor o peor que otros,no por circunstancias que nadie domina y que es impo-
sible prever con exactitud,sino porque alguna autoridad lo quiso.Y todos nues-
tros esfuerzos dirigidos a mejorar nuestra posición tendrían como fin, no el
de prever las circunstancias que no podemos dominar y prepararnos para ellas
lo mejor que supiéramos, sino el de inclinar en nuestro favor a la autoridad
que goza de todo el poder.La pesadilla de todos los pensadores políticos ingle-
ses del siglo XIX: el Estado en que «ningún camino para la riqueza ni el honor
existiría, salvo a través del Gobierno», se convertiría en realidad hasta un
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4. Las palabras son del joven Disraeli. [La verdadera cita dice: «no public avenues to wealth and
honor would subsist save through the Government», y está tomada del ensayo del político y novelista
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