Page 198 - PRIMERAS PAGS CAMINO SERVIDUMBRE.qxp
P. 198
¿QUIÉN, A QUIÉN?
grado que ellos jamás hubieran imaginado; pero que hoy es un hecho bas-
tante familiar en algunos países que después entraron en el totalitarismo.
* * *
Tan pronto como el Estado toma sobre sí la tarea de planificar la vida eco-
nómica entera,el problema de la situación que merece cada individuo y grupo
se convierte, inevitablemente, en el problema político central. Como sólo el
poder coercitivo del Estado decidirá lo que tendrá cada uno, el único poder
que merece la pena será la participación en el ejercicio de este poder direc-
tivo. No habrá cuestiones económicas o sociales que no sean cuestiones po-
líticas, en el sentido de depender exclusivamente su solución de quién sea
quien disfruta el poder coercitivo, a quién pertenecen las opiniones que pre-
valecerán en cada ocasión.
Creo que fue el propio Lenin quien introdujo en Rusia la famosa frase
«¿Quién, a quién?», durante los primeros años del dominio soviético, frase
en la que el pueblo resumió el problema universal de una sociedad socialista. 5
¿Quién planifica a quién? ¿Quién dirige y domina a quién? ¿Quién asigna
a los demás su puesto en la vida y quién tendrá lo que es suyo porque otros
se lo han adjudicado? Estas son,necesariamente,las cuestiones esenciales,que
sólo podrá decidir el poder supremo.
Más recientemente, un escritor político americano ha ampliado la frase
de Lenin afirmando que el problema de todo Estado es:«¿Quién gana?,¿Qué,
tory Benjamin Disraeli (1804-1881) «Vindication of the English Constitution in a Letter to a Noble
and Learned Lord» (1835), reeditada en Benjamin Disraeli, Disraeli on Whigs and Whiggism, ed. de
William Hutcheon (Nueva York: Macmillan, 1914), p. 216, trabajo que consagró «al joven Disraeli»
como escritor y pensador político. Utilizó el ensayo para atacar a los utilitaristas y otros que podrían
«formar instituciones políticas sobre principios abstractos de ciencia teórica,en vez de permitir que surjan
del curso natural de los acontecimientos, y que sea creado de forma natural por las necesidades de las
naciones» (p. 119). Sus críticas de aquellos que «revocarían las zafias y casuales instituciones de
Inglaterra y las substituirían por sus propias invenciones a la moda, formadas sobre la base indiscuti-
ble de la Razón y de la Utilidad» (p. 134) evoca la posterior crítica de Hayek al «constructivismo racio-
nalista». —Ed.]
5. Véase. M. Muggeridge, Winter in Moscow, 1934; A. Feiler: The Experiment of Bolshevism,
1930.
197