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CAMINO DE SERVIDUMBRE
sistema en el que es la voluntad de unas cuantas personas la que decide lo
que cada uno recibirá, y otro en el que ello depende, por lo menos en parte,
de la capacidad y actividad de los interesados y, en parte, de circunstancias
imprevisibles. No pierde esto importancia porque en un sistema de libertad
de empresa las oportunidades no sean iguales,dado que este sistema descansa
necesariamente sobre la propiedad privada y (aunque,quizá,no con la misma
necesidad) la herencia,con las diferencias que éstas crean en cuanto a oportu-
nidades. Hay, pues, un fuerte motivo para reducir esta desigualdad de opor-
tunidades hasta donde las diferencias congénitas lo permitan y en la medida
en que sea posible hacerlo sin destruir el carácter impersonal del proceso
por el cual cada uno corre su suerte, y los criterios de unas personas sobre
lo justo y deseable no predominan sobre los de otras.
El hecho de ser mucho más restringidas, en una sociedad en régimen de
competencia, las oportunidades abiertas al pobre que las ofrecidas al rico, no
impide que en esta sociedad el pobre tenga mucha más libertad que la persona
dotada de un confort material mucho mayor en una sociedad diferente.
Aunque,bajo la competencia,la probabilidad de que un hombre que empieza
pobre alcance una gran riqueza es mucho menor que la que tiene el hombre
que ha heredado propiedad,no sólo aquél tiene alguna probabilidad,sino que
el sistema de competencia es el único donde aquél sólo depende de sí mismo
y no de los favores del poderoso, y donde nadie puede impedir que un hom-
bre intente alcanzar dicho resultado.Sólo porque hemos olvidado lo que signi-
fica la falta de libertad, despreciamos a menudo el hecho patente de que, en
cualquier sentido real, un mal pagado trabajador no calificado tiene mucha
más libertad en Inglaterra para disponer de su vida que muchos pequeños
empresarios en Alemania o un mucho mejor pagado ingeniero o gerente en
Rusia. En cuanto a cambiar de quehacer o de lugar de residencia, a profesar
ciertas opiniones o gastar su ocio de una particular manera, aunque a veces
pueda ser alto el precio que ha de pagar por seguir las propias inclinaciones
y a muchos parezca demasiado elevado, no hay impedimentos absolutos, no
hay peligros para la seguridad corporal y la libertad que le aten por la fuerza
bruta a la tarea y al lugar asignados por un superior.
Es cierto que el ideal de justicia de la mayor parte de los socialistas se sa-
tisfaría con abolir tan sólo las rentas privadas procedentes de la propiedad,
aunque las diferencias entre las rentas ganadas por las diferentes personas
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