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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                     Nadie pondrá seriamente en duda que un miembro de una pequeña mi-
                  noría racial o religiosa sería más libre sin propiedad, si sus compañeros de
                  comunidad disponían de ella y estaban, por tanto, en condiciones de darle
                  empleo, que lo sería si se hubiera abolido la propiedad privada y se le hiciese
                  propietario de una participación nominal en la propiedad común.Y el poder
                  que un multimillonario, que puede ser mi vecino y quizá mi patrono, tiene
                  sobre mí, ¿no es mucho menor que el que poseería el más pequeño funcio-
                  nario que manejase el poder coercitivo del Estado, y a cuya discreción esta-
                  ría sometida mí manera de vivir o trabajar? ¿Y quién negará que un mundo
                  donde los ricos son poderosos es, sin embargo, mejor que aquel donde sola-
                  mente puede adquirir riquezas el que ya es poderoso?
                     Es patético, pero a la vez alentador, ver a un viejo comunista tan promi-
                  nente como Max Eastman redescubrir esta verdad:
                     «Me parece evidente ahora, aunque he tardado, debo decirlo, en llegar a
                  esta conclusión,que la institución de la propiedad privada es una de las prin-
                  cipales cosas que han dado al hombre aquella limitada cantidad de libertad
                  e igualdad que Marx esperaba hacer infinita aboliendo esta institución. Lo
                  extraño es que Marx fue el primero en verlo. El fue quien nos enseñó, mi-
                  rando hacia atrás, que el desarrollo del capitalismo privado, con su mercado
                  libre, ha sido una condición previa para el desarrollo de todas nuestras li-
                  bertades democráticas. Jamás se le ocurrió, mirando hacia adelante, que si
                  fue así,estas otras libertades pudieran desaparecer con la abolición de la liber-
                  tad de mercado. 3

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                     Se dice a veces, en respuesta a estos temores, que no habría motivo para
                  que el planificador determinase las rentas de los individuos. Las dificultades
                  políticas y sociales que lleva consigo decidir la participación de las diferentes
                  personas en la renta nacional son tan evidentes, que incluso el planificador



                     3. Max Eastman en The Reader’s Digest, julio de 1941, p. 39. [La cita original de Hayek, en «Max
                  Eastman in the Reader’s Digest, July, 1941, p. 39», presenta el número de la publicación y de la página
                  equivocados,y Hayek se olvidó de intercalar guiones en «free-and-equalness» tal como Eastman había
                  hecho. —Ed.]

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