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¿QUIÉN, A QUIÉN?

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               siguieran como ahora. Lo que estas personas olvidan es que, al transferir
               al Estado toda la propiedad de los medios de producción, le colocan en una
               posición en que sus actos determinan, de hecho, todas las demás rentas. El
               poder dado así al Estado y la demanda de que el Estado lo utilice para «plani-
               ficar» no significa sino que éste lo use con pleno conocimiento de todos estos
               efectos.
                  Creer que el poder así conferido al Estado supone simplemente transfe-
               rírselo de alguien, es un error. Se trata de un poder de nueva creación, que
               nadie poseería en una sociedad en régimen de competencia. En tanto que la
               propiedad esté dividida entre muchos poseedores,ninguno de ellos,actuando
               independientemente,tiene poder exclusivo para determinar la renta y la posi-
               ción de alguien en particular; nadie está ligado a él si no es porque él puede
               ofrecer mejores condiciones que ninguna otra persona.
                  Nuestra generación ha olvidado que el sistema de la propiedad privada es
               la más importante garantía de libertad, no sólo para quienes poseen pro-
               piedad,sino también,y apenas en menor grado,para quienes no la tienen.No
               hay quien tenga poder completo sobre nosotros,y,como individuos, podemos
               decidir, en lo que hace a nosotros mismos, gracias tan sólo a que el dominio
               de los medios de producción está dividido entre muchas personas que actúan
               independientemente.Si todos los medios de producción estuvieran en una sola
               mano,fuese nominalmente la de la «sociedad» o fuese la de un dictador,quien
               ejerciese este dominio tendría un poder completo sobre nosotros.



                  2. Es probable que sobreestimemos habitualmente la parte que en la desigualdad de las rentas se
               debe principalmente a los ingresos derivados de la propiedad, y, por consiguiente, la proporción en que
               se reducirían las mayores desigualdades si las rentas de propiedad se aboliesen. La escasa información
               que poseemos acerca de la distribución de las rentas en la Rusia soviética no indica que las desigualda-
               des sean sustancialmente menores que en una sociedad capitalista.Max Eastman (The End of Socialism
                         ,
               in Russia,1937, pp.30-34) da alguna información procedente de fuentes oficiales rusas que sugiere que

               la diferencia entre los salarios más altos y los más bajos pagados en Rusia es del mismo orden de magni-
               tud (del orden de 50 a 1) que en los Estados Unidos; y Leon Trotsky, según un artículo citado por James
               Burnham (The Managerial Revolution, 1941, p. 43), estimó, no más allá de 1939, que «el 11 ó 12 por
               100 superior de la población soviética recibe ahora aproximadamente el 50 por 100 de la renta nacio-
               nal. Esta diferencia es más aguda que en los Estados Unidos, donde el 10 por 100 más alto de la pobla-
               ción recibe aproximadamente el 35 por 100 de la renta nacional». [En el original, Hayek incluye inco-
               rrectamente el pasaje de Trotsky como aparece en la página 43,no en la 46,del libro de Burnham.—Ed.]

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