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CAMINO DE SERVIDUMBRE
de poseer cada cual,tenemos que planificar el sistema económico entero.Pero
queda por averiguar si el precio que habríamos de pagar por la realización
del ideal de justicia de alguien no traería más opresión y descontento que
el que jamás causó el tan calumniado libre juego de las fuerzas económicas.
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Sufriríamos una seria desilusión si para estos temores buscásemos con-
suelo en considerar que la adopción de un plan central no significaría más
que un retorno,tras una breve etapa de economía libre,a las ataduras y regula-
ciones que han gobernado la actividad económica a través de la mayoría de
las edades, y que, por consiguiente, las violaciones de la libertad personal no
tendrían por qué ser mayores que lo fueron antes de la edad del laissez-faire.
Es una peligrosa ilusión. Incluso durante los periodos de la historia euro-
pea en que la reglamentación de la vida económica llegó más lejos, apenas
si pasó de la creación de un sistema general y semipermanente de reglas dentro
del cual el individuo conservó una amplia esfera de libertad. El mecanismo
de control entonces disponible sólo habría servido para imponer directivas
muy generales.Y aun allí donde la intervención fue más completa,sólo alcanzó
a aquellas actividades de la persona por las que ésta participaba en la divi-
sión social del trabajo.En la esfera,mucho más amplia entonces,en que vivía
de sus propios productos, era libre para actuar conforme a su elección.
La situación es ahora diferente por completo.Durante la era liberal,la pro-
gresiva división del trabajo ha creado una situación en la que casi todas nues-
tras actividades son parte de un proceso social. Se trata de una evolución sin
posible retorno, porque sólo gracias a ella puede una población tan acrecen-
tada mantenerse en unos niveles como los actuales.Por consiguiente,la susti-
tución de la competencia por la planificación centralizada requeriría la direc-
ción central de una parte de nuestras vidas mucho mayor de lo que jamás se
intentó antes.No podría detenerse en lo que consideramos como nuestras ac-
tividades económicas, porque ahora casi toda nuestra vida depende de las
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actividades económicas de otras personas. La pasión por la «satisfacción
6. No es casualidad que en los países totalitarios,tanto en Rusia como en Alemania o Italia,se haya
convertido en un problema de planificación el modo de organizar el ocio de las gentes. Los alemanes
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