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CAMINO DE SERVIDUMBRE
al «bolsillo», lo cual nos impide sacrificar nuestras necesidades inferiores
para preservar los valores más altos, reclaman que se nos dé hecha la elec-
ción, plantean una exigencia bastante peculiar que escasamente testimonia
un gran respeto por la dignidad del individuo.A menudo, la vida y la salud,
la belleza y la virtud, el honor y la tranquilidad de espíritu sólo pueden pre-
servarse mediante un considerable coste material, y alguien tiene que deci-
dir la opción. Ello es tan innegable como el que no todos estamos siempre
preparados para hacer el sacrificio material necesario a fin de proteger contra
todo daño aquellos valores más altos.
Para tomar un solo ejemplo: podríamos reducir a cero las muertes por
accidentes de automóvil si estuviésemos dispuestos —de no haber otra
manera— a soportar el coste de suprimir los automóviles.Y lo mismo es cierto
para otros miles de casos en que constantemente arriesgamos vida y salud
y todos los puros valores del espíritu,nuestros y de nuestros semejantes,para
conseguir lo que a la vez designamos despectivamente como nuestro confort
material. Pero no puede ser de otra manera, puesto que todos nuestros fines
contienden entre sí por la posesión de los mismos medios; y sólo nos afana-
ríamos por estos valores absolutos si nada pudiera comprometerlos.
No es para sorprender que la gente desee verse relevada de la penosa elec-
ción que la dura realidad impone a menudo.Pero pocos desean verse descar-
gados de la misma, si es de manera que otros decidan por ellos. Lo que la
gente desea es que no haga falta elección alguna, y está demasiado inclinada
a creer que la elección no es realmente necesaria, que únicamente le está
impuesta por el particular sistema económico bajo el cual vivimos. Lo que
en realidad la irrita es que exista un problema económico.
El anhelo de la gente de creer que realmente no hay ya un problema eco-
nómico lo ve confirmado en las irresponsables manifestaciones acerca de
la «plétora potencial»; la cual, si fuera cierta, significaría evidentemente la
inexistencia de un problema económico que hace la elección inevitable.Pero
aunque este cepo ha servido bajo diversos nombres a la propaganda socia-
lista desde que el socialismo existe, sigue siendo una falsedad palpable como
lo fue cuando se utilizó por vez primera hace más de cien años. En todo este
tiempo, ninguno de los muchos que lo han empleado supo ofrecer un plan
realizable para lograr el incremento de la producción necesario a fin de abolir,
siquiera en la Europa occidental, lo que consideramos como pobreza, para
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