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CAMINO DE SERVIDUMBRE
El poder del planificador sobre nuestras vidas privadas no sería menos
completo si decidiera no ejercerlo por un control directo de nuestro consumo.
Aunque una sociedad planificada tendría probablemente que emplear con
cierta extensión el racionamiento y otros expedientes análogos, el poder del
planificador sobre nuestras vidas privadas no depende de esto,y difícilmente
sería menos efectivo si el consumidor fuera nominalmente libre para gastar
sus ingresos conforme a sus gustos. La fuente de su poder sobre todo el con-
sumo, que en una sociedad planificada poseería la autoridad, radicaría en su
control sobre la producción.
Nuestra libertad de elección en una sociedad en régimen de competen-
cia se funda en que, si una persona rehúsa la satisfacción de nuestros deseos,
podemos volvernos a otra.Pero si nos enfrentamos con un monopolista,esta-
mos a merced suya. Y una autoridad que dirigiese todo el sistema econó-
mico sería el más poderoso monopolista concebible. Si bien no tendríamos
probablemente que temer de esta autoridad que explotase su poder como
un monopolista privado lo haría, si bien su propósito no sería presumible-
mente la consecución de la máxima ganancia financiera,gozaría,sin embargo,
de completo poder para decidir sobre lo que se nos diera y en qué condicio-
nes. No sólo decidiría las mercancías y servidos disponibles y sus cantida-
des; podría dirigir su distribución por distritos y grupos y podría, si lo qui-
siera, discriminar entre personas hasta el grado en que lo pretendiese. Si
recordamos por qué defiende mucha gente la planificación, ¿podría quedar
mucha duda de que este poder sería utilizado para los fines que la autori-
dad aprobase y para impedir la consecución de los fines que desaprobase?
El poder conferido por el control de la producción y los precios es casi
ilimitado.En una sociedad en régimen de competencia,los precios que tene-
mos que pagar por una cosa, es decir, la relación en que podemos cambiar
una cosa por otra, dependen de las cantidades de aquellas otras cosas de las
cuales privamos a los demás miembros de la sociedad por tomar nosotros
una. Este precio no está determinado por la voluntad consciente de nadie.
para viajar, no tiene libertad para comprar libros o periódicos extranjeros; cuando todos los medios
de contacto exterior pueden limitarse a los que aprueba la opinión oficial o son considerados por ella
como necesarios, el dominio efectivo de la opinión es mucho mayor que el que jamás ejerció ninguno
de los gobiernos absolutistas de los siglos XVII y XVIII.
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