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CAMINO DE SERVIDUMBRE
escapar si pusiéramos en ello el esfuerzo suficiente, para hacer soportables
situaciones que de otro modo son intolerables.
Esto no quiere decir que a tal respecto todo marche a la perfección en
nuestro mundo actual, o que marchó así en el pasado más liberal, y que no
pueda hacerse mucho para mejorar las oportunidades de elección abiertas a
la gente. Aquí y en todas partes, el Estado puede hacer mucho para ayudar
a la difusión de los conocimientos y la información y para favorecer la
movilidad.Pero lo importante es que la especie de acción oficial que en verdad
aumentaría las oportunidades es precisamente casi la opuesta a la «planifi-
cación» que ahora más se defiende y practica. La mayoría de los planifica-
dores, es cierto, prometen que en el nuevo mundo planificado la libre elec-
ción de empleo será escrupulosamente mantenida y hasta aumentada. Pero
en esto prometen mucho más que lo que pueden cumplir. Si quieren plani-
ficar tienen que controlar el ingreso en las diferentes actividades y ocupa-
ciones, o las condiciones de remuneración, o ambas cosas. En casi todos los
ejemplos de planificación conocidos, el establecimiento de estas interven-
ciones y restricciones se contó entre las primeras medidas tomadas.Y si este
control se practicara universalmente y lo ejerciera una sola autoridad pla-
nificadora,no se necesita mucha imaginación para ver en qué vendría a parar
la «libre elección de empleo» prometida. La «libertad de elección» sería pu-
ramente ficticia,una simple promesa de no practicar discriminación,cuando
la naturaleza del caso exige la práctica de la discriminación y cuando todo
lo que uno podría esperar sería que la selección se basase sobre lo que la auto-
ridad considerara fundamentos objetivos.
Poca diferencia habría en que la autoridad planificadora se limitase a fijar
las condiciones de empleo e intentase regular el número ajustando aquellas
condiciones.Determinando la remuneración,no habría de hecho en muchos
empleos menos gentes impedidas de entrar que si específicamente se las exclu-
yera.Una muchacha tosca,que desea vehementemente hacerse dependienta
de comercio, un muchacho débil, que ha puesto su corazón en un empleo
para el cual su debilidad es un obstáculo, y, en general, los al parecer menos
capaces o menos adecuados no son necesariamente excluidos en una socie-
dad en régimen de competencia. Si ellos desean suficientemente el puesto,
pueden con frecuencia obtenerlo mediante un sacrificio económico y triun-
far más tarde gracias a cualidades que al principio no eran patentes.Pero cuando
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