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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  Y a medida que aumenta el número de personas cuyos ingresos se asegu-
                  ran de aquella manera, se restringe el campo de las oportunidades alterna-
                  tivas abiertas a todo el que sufre una pérdida de ingresos; con lo que dismi-
                  nuyen, en correspondencia, para todos los afectados desfavorablemente por
                  una alteración de las circunstancias, las probabilidades de evitar una dismi-
                  nución fatal de sus ingresos. Y si, como es más cierto cada vez, en toda acti-
                  vidad cuyas circunstancias mejoran se permite a sus miembros excluir a otros
                  para que aquéllos se aseguren toda la ganancia,en forma de jornales o bene-
                  ficios más altos, los pertenecientes a las industrias cuya demanda ha caído
                  no tienen lugar a donde ir, y cada alteración de aquellas circunstancias es la
                  causa de un aumento del paro.Apenas puede dudarse que son principalmente
                  una consecuencia de estas medidas para acrecentar la seguridad, en las úl-
                  timas décadas,el gran aumento del paro y la inseguridad para grandes secto-
                  res de la población.
                     En Inglaterra estas restricciones, especialmente las que afectan a las
                  zonas intermedias de la sociedad, no habían alcanzado dimensiones impor-
                  tantes hasta hace relativamente poco tiempo,y por eso apenas hemos adver-
                  tido todas sus consecuencias.La extrema desesperanza de la situación de quie-
                  nes,en una sociedad que ha crecido en rigidez,han quedado fuera de las filas
                  de las ocupaciones protegidas, y la magnitud de la sima que les separa del
                  poseedor afortunado de un empleo para quien la protección contra la compe-
                  tencia ha hecho innecesario moverse siquiera un poco a fin de hacer sitio a
                  quienes no lo tienen, sólo pueden apreciarlas los que las han sufrido. No se
                  trata de que los afortunados cediesen sus puestos, sino simplemente de que
                  participasen en la común desgracia con alguna reducción de sus ingresos, o,
                  como bastaría frecuentemente, tan sólo con algún sacrificio de sus perspec-
                  tivas de mejora, Pero lo impide la protección de su «nivel de vida», o de su
                  «justo precio», o de su «renta profesional», a lo que se creen con derecho, y
                  para lo cual reciben la ayuda del Estado. Por consecuencia, en lugar de serlo
                  los precios, los salarios y las rentas individuales, son ahora el empleo y la
                  producción lo que está sujeto a fluctuaciones violentas.Jamás ha existido una
                  peor y más cruel explotación de una clase por otra, que la de los miembros
                  más débiles o menos afortunados de un grupo de productores a manos de
                  los bien situados; lo cual lo ha permitido la «regulación» de la competencia.
                  Pocas consignas han causado tanto daño como la «estabilización » de precios

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