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SEGURIDAD Y LIBERTAD

                  El problema es, sin duda, todavía mucho más importante porque, tal
               como es el mundo, los hombres no están dispuestos de hecho a entregarse
               a algo durante largos periodos si no van en ello directamente envueltos sus
               propios intereses. Multitud de personas, al menos, necesitan alguna presión
               externa para entregar a algo todo su esfuerzo. El problema del incentivo es,
               en este sentido, muy real, tanto en la esfera del trabajo ordinario como en
               la de las actividades directivas. La aplicación de la técnica de la ingeniería a
               una nación entera —y esto es lo que la planificación significa— «plantea
               problemas de disciplina difíciles de resolver», como ha expresado acertada-
               mente un ingeniero americano con gran experiencia en la planificación oficial,
               que ha visto con claridad el problema.
                  «La ejecución de una tarea de ingeniería exige la existencia de un área
               externa relativamente amplia de actividad económica no planificada. Tiene
               que haber un lugar donde buscar los trabajadores, y cuando se despida a un
               obrero,éste tiene que desaparecer del trabajo y de la nómina.A falta de seme-
               jante depósito libre, sólo mediante el castigo corporal, como en el trabajo de
               los esclavos, puede mantenerse la disciplina.» 6
                  En la esfera del trabajo directivo, el problema de las sanciones por negli-
               gencia surge en una forma diferente, pero no menos seria. Con acierto se
               ha dicho que mientras el último resorte de una economía en régimen de
               competencia es el alguacil, la sanción última en una economía planificada
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               es el verdugo. Los poderes otorgados al director de cada empresa tendrían
               que ser considerables en todo caso. Pero en un sistema planificado la posi-
               ción y los ingresos del director no pueden solamente depender,como no depen-
               den los del obrero, del éxito o el fracaso del trabajo que dirige. Como ni el
               riesgo ni la ganancia son suyos, no puede ser su juicio personal lo que de-
               cida, sino que tendrá que hacer lo que le corresponda de acuerdo con alguna
               norma establecida. Un error que él «debía» haber evitado no es ya cuenta
               suya,sino un crimen contra la comunidad,y como tal debe tratarse.Mientras



                  6. D.C. Coyle, «The Twilight of National Planning», Harpers’ Magazine, octubre de 1935, p. 558.
               [El primer pasaje citado se encuentra en la página 559 del artículo. —Ed.]
                  7. W. Röpke, Die Gesellscbaftskrisis der Gegenwart, Zurich, 1942, p. 172. [El libro se tradujo más
               tarde; véase Wilhelm Röpke, The Social Crisis of Our Time (New Brunswick: Transaction Publishers,
               1992). —Ed.]

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