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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  a su vez, conseguir una ganancia inmerecida, la remuneración dejaría en
                  seguida de mantener una relación con la utilidad efectiva. Dependería de las
                  opiniones sostenidas por alguna autoridad acerca de lo que una persona debía
                  haber hecho, de lo que debía haber previsto y de la bondad o maldad de sus
                  intenciones. Decisiones tales no podrían menos de ser arbitrarias en gran
                  medida. La aplicación de este principio llevaría necesariamente a que gentes
                  que hiciesen el mismo trabajo recibiesen remuneraciones distintas.Las dife-
                  rencias de remuneración no serían ya un impulso adecuado para que las gentes
                  realizasen los cambios socialmente deseables, y ni siquiera sería posible a
                  los individuos afectados juzgar si un cambio particular merece las perturba-
                  ciones que causa.
                     Pero si los cambios en la distribución de los empleos entre las personas,
                  que son constantemente necesarios en toda sociedad, no pueden ya provo-
                  carse mediante «premios» y «castigos» pecuniarios (que no están en nece-
                  saria conexión con los méritos subjetivos), tendrán que realizarse por órde-
                  nes directas.Cuando los ingresos de una persona están garantizados,no puede
                  permitírsela, ni permanecer en su puesto sólo porque le guste, ni elegir otro
                  trabajo que le agradaría hacer.Como no es ella quien logra la ganancia o sufre
                  la pérdida dependiente de que cambie o no cambie de puesto,la elección tiene
                  que hacerla para ella quien gobierne la distribución de la renta disponible.
                     El problema del incentivo adecuado, que aquí surge, se discute general-
                  mente como si fuera sobre todo un problema de buena voluntad de la gente.
                  Pero esto, aunque importante, no es todo el problema, y ni siquiera su más
                  importante aspecto. No es sólo que si deseamos que las gentes pongan de su
                  parte todo lo posible hemos de hacer que les merezca la pena a ellas. Lo más
                  importante es que, si deseamos dejarles la elección a ellas, si han de poder
                  juzgar sobre lo que deben hacer,es preciso darles algún metro fácilmente in-
                  teligible, con el que midan la importancia social de las diferentes ocupacio-
                  nes. Ni con la mejor voluntad del mundo sería posible a cualquiera elegir in-
                  teligentemente entre las diversas alternativas si las ventajas que se le ofrecieran
                  no presentasen ninguna relación con su utilidad social. Para saber si, como
                  resultado de una alteración de las circunstancias, un hombre debe dejar un
                  oficio y un ambiente que se le han hecho gratos y cambiarlos por otros, es
                  necesario que la variación del valor relativo de estas ocupaciones para la socie-
                  dad encuentre expresión en las remuneraciones que se le ofrecen.

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