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                           Con México y Brasil, somos los países «incas» (Ecuador, Perú y Bolivia) los que sin duda podemos hablar
                           de una mayor originalidad de nuestra cultura, hasta de la posibilidad de una nueva versión de la
                           cultura occidental. […] Estamos mezclados hasta la raíz, lo hispánico penetró hasta lo más profundo, sin
                           destruir lo indígena, sin convertir la médula de lo indígena, pero comprometiéndolo, revolucionándolo,
                           en unos segmentos más gravemente que en otros, en unos estratos más que otros. ¿Fue esto una
                           desventura? El mestizo es una personalidad que ha sido más discutida que estudiada. ¿Cómo no he
                           de creer en él, si yo mismo soy un mestizo tan fi rmemente convencido de su valer? ¿Cómo no he de
                           creer, si todo lo tomado de la cultura occidental no ha sido sino para mejor afi rmar y desarrollar lo que
                           en esta mezcla hay de defi nido ya, de permanente y hecho? (Arguedas 2004: 455)

                  5. RASU ÑITI Y LA RESISTENCIA CONTRA LA COLONIZACIÓN


                        Arguedas, como defensor de lo andino, sabía que con la llegada de los españoles en 1532
                  (Cajamarca, 16 de noviembre), se había iniciado una etapa histórica de destrucción del mundo
                  andino,  que no  ha terminado  aún.  Con  el régimen  capitalista, que se dejó  sentir  con  mayor
                  fuerza desde los años 30, se agudizó en los años 50 y se estableció claramente desde 1969 (año
                  de la aplicación de la Reforma Agraria, y con ella la liquidación del régimen establecido por los
                  terratenientes), se ha editado una nueva forma de desarticulación de la cultura andina.
                        Arguedas prácticamente vivió este gran proceso de cambios en la sociedad peruana. Sus
                  obras: Agua (1935), Yawar Fiesta (1941), Los ríos profundos (1958), El Sexto (1961) y Todas las sangres
                  (1964) ilustran el régimen feudal o semifeudal del Perú; El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971),
                  en cambio, narra episodios de la sociedad capitalista. Los tres primeros (Agua, Yawar Fiesta y Los
                  ríos profundos) narran los episodios más dramáticos de la niñez de Arguedas (1911-1925); El Sexto
                  narra un episodio urbano doloroso de Arguedas encarcelado; Todas las sangres es una propuesta
                  política antes que todo; «La agonía de Rasu Ñiti», por ser un texto inusual para Arguedas, ilumina la
                  parte, como Todas las sangres, por ser casi contemporáneos, del querer o del deseo, de la propuesta
                  del retorno andino. Pesaban en él la angustia de la pérdida acelerada de un mundo que estaba
                  dejando de ser.
                        En 1956, en el trabajo «Puquio, una cultura en proceso de cambio» anotaba que:

                           Los viejos indios de los cuatro  ayllus  se quejan del cambio de costumbre, especialmente de los
                           que vuelven de la costa luego de una permanencia relativamente no muy prolongada. Se quejan
                           también de los indios de las nuevas generaciones: qepa ñeqen. Tres ancianos muy lúcidos de tres
                           ayllus, convinieron en que los qepa ñeqen declaran que los viejos hablan un lenguaje que ellos ya
                           no entienden […] (Ellos –los qepa ñeqen– no quieren que asistamos a los cabildos. Uds. hablan de
                           otro modo, que no entendemos, nos dicen. No nos quieren dar ni agua de riego. Ya son muy distintos,
                           todos)
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                           Estamos convencidos que no se trata del cambio normal de hábitos de una generación a otra, cambio
                           lentísimo en las pequeñas ciudades aisladas del interior, sino de una verdadera revolución de normas.
                           (Arguedas 1987a: 37-38)

                        En «Discusión de la narración peruana» (Arguedas 1960: 10), reitera este anuncio: «El campesino
                  de los  Andes ya  no quiere ser como era. Está  abandonando sus  mitos y sus  fi estas, sus  hermosos
                  trajes típicos». El poco optimismo de la prevalencia de la cultura andina se la brinda la investigación
                  antropológica en el valle del Mantaro en 1953 (Arguedas 1987a: 11): «Y ninguna región de la sierra ha
                  fortalecido tanto su personalidad cultural como el Valle del Mantaro».

                           La vergüenza a lo indio, creada por los encomenderos y mantenida por los herederos de éstos hasta
                           hoy, será quebrantada, cuando los que dirigen el país comprendan que la muralla que el egoísmo y
                           el interés han levantado para impedir la superación del pueblo indígena, el libre desborde de su alma,
                           debe ser derrumbada en benefi cio del Perú. (Arguedas 1986b1: 24)

                           La organización social y política que se mantiene congelada en las provincias andinas, no sólo han
                           sumido en una miseria espantosa al campesino, sino que esta miseria le ha quitado lo que constituía a
                           veces una compensación sufi ciente a su dura vida: las fi estas, la recreación profunda que, según sus
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