Page 105 - complot contra la iglesia
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engaño, dando a los conspiradores judíos y sus satélites la posibilidad de
                    triunfo en sus satánicos propósitos.
                           Sin embargo, está bien claro que  el hecho de que la Iglesia Católica
                    acepte el perdón de los pecados, no implica la aceptación de que los criminales
                    y los delincuentes deban escapar a la justicia humana y menos a la justicia
                    divina.
                           En muchas ocasiones, los judíos y sus satélites tienen el cinismo y el
                    atrevimiento de utilizar ese ardid de la moral y de la caridad cristiana incluso
                    para impedir que los cristianos se  defiendan y defiendan a sus naciones e
                    instituciones religiosas de las conspiraciones y agresiones provenientes de la
                    Sinagoga de Satanás, para lo cual utilizan siempre clérigos católicos o
                    protestantes que, diciendo ser  buenos cristianos, hacen el juego
                    constantemente a la masonería, al comunismo o a cualquier otra empresa
                    judía, y mientras hablan como cristianos devotos, actúan en beneficio de la
                    revolución judaica y en perjuicio de la Santa Iglesia.
                           El escritor filosemita, Ernesto Rossi, cita como un llamado de atención a
                    los cristianos –en un capítulo dedicado a la defensa de los judíos- las palabras
                    del evangelista San Mateo: “Entonces Pedro, acercándosele, le dijo: Señor,
                    ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que haya pecado contra mí? ¿Hasta
                    siete? Jesús le responde: Yo no te digo que hasta siete, sino setenta veces
                    siete (71). Y Julien Green, citado por Carlo Bo, en el artículo a que nos hemos
                    referido, dice: “No se puede golpear a un judío sin tocar al mismo tiempo a aquél que es el
                    hombre por excelencia y la flor de Israel: Es Jesús...Cristiano, seca las lágrimas y la sangre de tu
                    hermano judío y el rostro de Cristo resplandecerá”.
                           Los clérigos filosemitas han llegado  al extremo de recordar a los
                    cristianos el Sermón de la Montaña  y otras prédicas de Nuestro Señor
                    Jesucristo sobre el perdón a los enemigos, el amor a los enemigos, etc., con
                    vistas a conmover y hasta presionar espiritualmente a los fieles, por medio de
                    semejantes sofismas, debilitándolos en algunos hasta paralizar su lucha contra
                    las fuerzas del mal. La acción de estos típicos clérigos ha sido con frecuencia
                    responsable en gran parte de los triunfos masónicos y comunistas.
                           Podemos asegurar, sin temor a duda, que estas perversas
                    maquinaciones han sido en gran parte  las que permitieron a la Sinagoga de
                    Satanás cambiar, al menos hasta ahora, el rumbo de la historia en forma
                    desastrosa para las fuerzas del bien y de manera favorable para las huestes
                    del mal. la Santa Iglesia pudo, durante mil años, hasta fines del siglo XV,
                    derrotar a la Sinagoga de Satanás en todas las batallas que año tras año tuvo
                    que librar contra ella. la Cristiandad estuvo, entonces, a punto de obtener una
                    victoria definitiva que hubiera salvado al cristianismo del cisma protestante, de
                    las sangrientas guerras de religión, de las revoluciones masónico-liberales que
                    ensangrentaron al mundo entero y de las revoluciones socialistas del
                    comunismo, todavía más sangrientas y amenazadoras.
                           El Santo Oficio de la Inquisición tan calumniado por la propaganda judía
                    –que fue creado con el fin de combatir y vencer al judaísmo y a los
                    movimientos subversivos que en forma  de herejías utilizaba para dividir y
                    desgarrar a la Cristiandad- habría podido, con lo medios con que contaba,
                    obtener una victoria definitiva de la Santa Iglesia si los pérfidos judíos no
                    hubieran logrado impedirlo, utilizando los ardides que estamos analizando,
                    precisamente en los momentos decisivos de esas luchas, esgrimiendo
                    sofísticamente la caridad cristiana (que los judíos nunca practican) para
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