Page 100 - complot contra la iglesia
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nubes del cielo. 63. Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué
necesitamos ya de testigos? 64. Habéis oído la blasfemia: ¿Qué os parece? Y le condenaron
todos ellos a que era reo de muerte. 65. Y algunos comenzaron a escupirle, y cubriéndole las
cara, le daban golpes, y le decían: Adivina: y los ministros le daban de bofetadas” (64).
Durante cerca de dos mil años, todo el mundo se ha quedado
horrorizado de la crueldad y dureza de corazón demostradas por los judíos en
el martirio de su propio Dios, crueldad y sadismo que se ha manifestado con
posterioridad en dondequiera que intervienen, especialmente en aquellos
países en los que han logrado imponer su dictadura totalitaria, socialista o
comunista.
Los santos Evangelios nos muestran claramente tres –de las que han
sido y siguen siendo- armas favoritas del judaísmo en su lucha contra la
Cristiandad: el engaño, la calumnia y el crimen; las tres, utilizadas
implacablemente hasta contra su Dios y Señor. Posteriormente las utilizan
contra toda la humanidad, habiéndoles valido el nombre que tan justamente
ostentan de “padres del engaño y de la calumnia”.
Con estas innobles armas abaten fácilmente a los más firmes
defensores de nuestra fe, quienes caen sin remedio ante el ataque traidor de
los agentes del judaísmo metidos en la Iglesia.
Los supremos gobernantes y dirigentes de Israel –el sumo pontífice
Caifás, los príncipes de los sacerdotes, los ancianos, magistrados, escribas,
herodianos y hasta los influyentes fariseos- fueron responsables del deicidio,
puesto que en un principio la masa seguía a Cristo y los que planeaban su
muerte temían al pueblo; pero, poco a poco, fueron los sacerdotes y dirigentes
envenenando el ambiente y convenciendo al pueblo en contra de Jesús, hasta
que por fin consiguieron enfrentar a las turbas contra su Mesías, como lo
prueba el siguiente pasaje del Evangelio según San Mateo:
Capítulo XXVII. “1. Y venida la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes, y los
ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a la muerte. 2. Y lo
llevaron atado, y lo entregaron al presidente Poncio Pilato. 15. Por el día solemne acostumbraba
el presidente entregar libre al pueblo un preso, el que querían. 16.- Y a la sazón tenía un preso
muy famoso, que se llamaba Barrabás. 17. Y habiéndose ellos juntado, les dijo Pilato: ¿A quién
queréis que os entregue libre? ¿A Barrabás, o por ventura a Jesús, que es llamado el Cristo? 20.
Mas los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiese a
Barrabás, y que hiciese morir a Jesús. 21. Y el presidente le respondió, y dijo: ¿A cuál de los dos
queréis que os entregue libre? Y dijeron ellos: a Barrabás. 22. Pilato les dice: ¿Pues qué haré de
Jesús, que es llamado el Cristo? 23. Dicen todos: Sea crucificado. El presidente les dice: ¿Pues
qué mal ha hecho? Y ellos levantaban más el grito, diciendo: Sea crucificado. 24. Y viendo
Pilato que nada adelantaba, sino que crecía más el alboroto; tomando agua, se lavó las manos
delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo: allá os lo veáis vosotros.
25. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Sobre nosotros, y sobre nuestros hijos sea su sangre.
26. Entonces les soltó a barrabás: y después de haber hecho azotar a Jesús, se lo entregó para
que lo crucificasen” (65).
Este pasaje, por sí solo, constituye una prueba de plena culpabilidad de
los judíos en el asesinato de Cristo Nuestro Señor. Demuestra también, la
responsabilidad que tuvo el pueblo judío en este crimen, pues, no obstante que
sus dirigentes religiosos y civiles y sus representantes legales lo premeditaron,
lo prepararon y lo consumaron, a última hora el pueblo en masa pudo haberlo
salvado, pidiendo a Jesús en lugar de barrabás, en vez de lo cual pidió que se