Page 107 - complot contra la iglesia
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Estos tremendos peligros amenazan a todo el mundo por igual. Si el
comunismo llegara a triunfar en la totalidad del planeta, como va a suceder si
no nos unimos para impedirlo –ya que Dios no ayuda al que no se ayuda-
entonces, cardenales, arzobispos, obispos, canónigos, sacerdotes y frailes
serían internados en oscuras cárceles y horrendos campos de concentración
por largos años, torturados y finalmente asesinados. Sirvan de ejemplo Rusia,
China comunista y todos los demás países en donde va triunfando el arrollador
alud del comunismo judaico.
Karl Marx, Engels y Lenin, cuyas doctrinas siguen los comunistas, lo
dijeron claramente en sus obras: el clero de las distintas religiones y sobre todo
el cristiano, debe ser exterminado. La clase burguesa tiene que ser destruida,
aniquilada totalmente; entendiendo por clase burguesa a los propietarios de
fincas urbanas o rurales, de fábricas, de servicios públicos, de talleres y de
comercios. Todos deben ser asesinados sin distinción de ideología, sean
derechistas, centristas o izquierdistas, pues se trata no de la destrucción de tal
o cual sector burgués, sino de la totalidad de la clase burguesa. Así está
decretado por los fundadores y jerarcas del comunismo.
Los únicos que se escapan de la matanza, como es natural, son los
judíos, aunque pertenezcan a cualquiera de las clases sentenciadas, ya que ni
siquiera se salvan los masones burgueses de origen cristiano, quienes también
son asesinados. Con esto último, demuestra una vez más el judaísmo su
ingratitud hacia los que lo ayudan, a los cuales aprovecha mientras los necesita
para luego eliminarlos.
Tampoco se salvarán del desastre las clases obreras y campesinas
utilizadas por el judaísmo como escalón para instaurar las dictaduras
socialistas, porque el experimento ruso y el chino han demostrados claramente
que dichas clases sociales, además de haber sido cruelmente esclavizadas,
fueron diezmadas por el asesinato de millones de sus componentes, que
habían cometido el grave delito de protestar por el engaño urdido en su
perjuicio por aquellos que prometiéndoles un paraíso les habían dado el
infierno.
Esta es la tremenda realidad. Es inútil que se trate de ocultarla, restarle
importancia o hasta negarla. Los miembros de esa “quinta columna” enemiga
introducidos en las filas de la Cristiandad y cuya existencia demostraremos –en
la Cuarta Parte de esta obra- con pruebas evidentes e irrefutables; estos falsos
católicos quintacolumnistas al servicio del enemigo, tratan de hacer creer que
el peligro no existe o cuando menos de restarle la importancia e inminencia que
realmente tiene, para adormecernos a todos e impedir que nos defendamos
con eficacia.
Si a esto se añade la hábil explotación malintencionada y sofística de la
caridad y de la moral cristiana, se dará una idea de los demoledores recursos
con que cuenta el enemigo para desarmarnos, impidiéndonos luchar contra el
comunismo ateo y contra la Sinagoga de Satanás. No hay que olvidar que la
caridad cristiana obliga a proteger a los buenos de la corrupción de los malos,
dejándoles manos libres para que puedan pervertir a los buenos, robarlos y
esclavizarlos, al mismo tiempo que se ata de pies y manos con una moral falsa,
a las fuerzas del bien para que puedan ser dominadas por las fuerzas del mal.
Es evidente, sujetándonos absoluta e incondicionalmente a las
declaraciones de SS. SS. los Papas –al hablar ex-cátedra- y a las de los
concilios ecuménicos, que cualquier interpretación que se quiera hacer de la