Page 419 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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       unos dedos o como la palma de la mano, y no se caería (1). Como este
        ejemplo hay muchos. Los estados anímicos de los audaces y de los
        asustados son de igual género. De modo que  si mirases la cuestión
        con ojos científicos, verías que todo movimiento que se da en la reali-
        dad tiene su raíz en este punto sutil, aunque es difícil de percibir. Estas
        potencias divinas, insertas por Dios en las almas, realizan, pues, pro-
        digios que rompen el curso habitual de la naturaleza en grado mayor
        o menor. A este género pertenece también  el fenómeno que observa-
        mos en varias personas, las cuales han recibido de Dios la facultad in-
        nata siguiente: cuando hablan, su palabra produce en los que la escu-
        chan una intensa emoción de alegría que les hace reír con tal vehe-
        mencia, que hasta en sus cuerpos aparece exteriormente  el efecto de
        la emoción; a los mismos reyes les hacen reír, aun en los momentos
        de mayor seriedad, sin que puedan dominar la emoción que les em-
        barga y el efecto pasivo de que los cuerpos son víctima; pasión debida
        al influjo sugestivo que en sus almas ejerce la palabra de aquella per-
       sona y que no se advierte en otras (2). A veces, en efecto, encontrarás
       que otro sujeto profiere aquellas mismas palabras, pero como no posee
        dicha virtud  [lejos de emocionar alegremente a los que le escuchan],
        se les hace fastidioso y pesado. Más admirable que esto es todavía
        el observar que de esa misma virtud nacen a veces efectos análogos,
        pero por la sola audición y sin que se vea al sujeto que tal virtud posee,
        como cuando a varias personas les refiere otro anécdotas de ese su-
       jeto que posee la virtud de hacer reír y la gracia que les hace el sim-
        ple relato les mueve  el deseo de oír hablar al sujeto en persona; en
       éstas, viene a ellos un individuo, del cual se les dice que es fulano, es
        decir, el sujeto que tantos deseos de oír tenían, pero sin ser él mismo
       en realidad, y, a pesar de todo, así que lo oyen hablar, aunque sus pa-
       labras no tengan nada de gracia, experimentan la misma emoción agra-
             Este mismo ejemplo aduce literalmente Santo Tomás en su Summa
         (1.)
        c. gentes  (I. 3, c. 103): "Sicut cum quis ambulans super trabem in alto positam,
        cadit de  facili, quia imaginatur casum ex timore; non autem caderet,  si esset
        trabes  illa posita super terram, unde casum timere non posset."
         (2)  Alude a los bufones palaciegos.
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