Page 418 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Carismas de locución 407
prodigio de hablar Jesús en la cuna por disposición de Dios, o los pro-
digios de aspiración de María o del patriarca José (1). ¿No ves acaso
al que tiene la virtud de fascinar con la mirada cómo logra, cuando
su imaginación es intensa y eficaz, hacer caer al camello en la caldera
o al niño en el sepulcro? (2). La^misma revelación afirma la real exis-
tencia de esta facultad, de la cual Dios nos libre. Sin embargo, la di-
ferencia que hay entre nuestra opinión y la del otro grupo está en que,
a nuestro juicio, todas esas potencias son, meras causas ocasionales,
de las cuales Dios se sirve para realizar El Jos prodigios, no por virtud
eficaz de ellas mismas, sino simplemente con ocasión de ellas; en cam-
bio, los otros teólogos creen, al revés, que dichas causas son eficien-
tes (3).
A este mismo género de fenómenos, quiero decir, a! influjo que en
los cuerpos producen esas potencias anímicas que se llaman aspiración
o voto, pertenece el hecho de que vemos a una persona dominada por
la aprensión de su estimativa respecto de una cosa cualquiera, hasta
el punto de que la cosa se realiza. Así, por ejemplo, se le pone a un
sujeto una tabla de uno o dos palmos de ancha, apoyada en dos mu-
ros sobre un espacio vacío, y si se le obliga a pasar por encima de la
tabla, tan pronto como ve debajo de sí el vacío, se imagina que va a
caer al suelo y así que esta aprensión se hace intensa y se apodera
de él [85], cae inmediatamente a tierra; y,- sin embargo, ese mismo su-
jeto andaría perfectamente por la tabla, aunque fuese ancha tan sólo de
(1) Cfr. Alcorán, III, 41, XIX, 28-34 y XL, 36.
(2) Alude a una tradición, que se» supone de Mahoma, la cual afirma:
"La mirada del ojo introduce al hombre en ti sepulcro y al camello en la cal-
dera." Cfr. Algazel, Macásid al-falasifa (edic. Cairo, 1331 hég.), pág. 316.—
La supersticiosa creencia en la fascinación o sea en el vulgarmente llamado
"mal de ojo" fué general en toda la Edad Media, así en el mundo islámico
como en el cristiano. Santo Tomás de Aquinu, eii 'su Summa Theologica (p. 1. a
,
q. 117, a. 3) acepta de Avicena esta misma doctrina de la fascinación.
(3) Alude a la doctrina ocasionalista de los teólogos motacálimes del is-
lam, que negaban a las criaturas toda causalidad" eficiente. Cfr. Asín, Alga-
zel: Dogmática (op. cit.), págs. 58 y 787, y Algazel: El justo medio en la
creencia (Madrid, 1929), pág. 156. <