Page 417 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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406 Parte III. — Textos: Mawaqui, 84, 85
o cual persona de la especie humana, redúcense todos ellos, a pesar de
sus diferentes especies y grados, a un solo origen, a saber, a ciertas
potencias o fuerzas anímicas que los sufics denominan la aspiración o
el voto (¿L*$J\ ), y que algunos de ellos llaman la sinceridad (jjuaJO,
y así dicen: "Fulano orientó su aspiración hacia tal cosa, y se le reali-
zó", o también : "Fulano tuvo fe viva y sincera respecto de algo y lo
consiguió." De esta propiedad o potencia participan en común el profe-
ta y el santo, como participan también de estas otras cualidades: 1. a , la
ciencia adquirida por el común de los hombres, poséenla el profeta y el
santo sin necesidad de adquirirla, es decir, que sin investigación racio-
nal o reflexiva tienen ciencia infusa de las premisas y de la consecuen-
cia; 2. a , lo que los hombres ven en el sueño, lo ven el profeta y el santo
a
en la vigilia; 3. , que es la aspiración o el voto de que ahora tratamos,
consiste en que todo cuanto una persona cualquiera no puede lograrlo
sino mediante su cuerpo o con el auxilio de una causa exterior [84], lo
realizan el profeta y el santo con su simple aspiración o voto, y todavía
más que esto, pues también realizan cosas que están del todo fuera del
alcance del poder humano, como son los efectos que hemos citado an-
teriormente.
Has de saber también que la realidad de esta aspiración es, en el
místico, de dos especies, diferentes en grado: una de ellas está ya den-
tro de la naturaleza o temperamento innato del hombre, mientras que
la otra le sobreviene después de no tenerla. Algunos sufíes de nuestra
escuela estiman, no obstante, que toda aspiración o voto de los místi-
cos les es innata o connatural. Pero ¿cómo puede ser innata—dirá
alguno—si vemos que no la posee el místico, sino después de llegar al
uso de razón y de haber adquirido los hábitos morales y la facultad
de hablar? A esto responderemos que no es así; antes bien, dicha fa-
cultad preternatural es innata en aquel sujeto en quien Dios quiere
crearla, aunque el sujeto no se da cuenta de que la posee, y por eso la
emplea, mientras no sabe que la tiene, en realizar cosas muy diferentes
de esos efectos preternaturales o prodigiosos que hemos referido, y
sólo después de que conoce que la posee, es cuando Ja aplica a la rea-
lización de las cosas todas que bien le place, como, por ejemplo, el