Page 421 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 421
410 Parte 1 II.— Textos: Mawaqui, 98, 104, 106
cuando Dios dijo (Alcorán, XXI, 69): "¡Oh fuego! Sé frío y saludable
para Abraham!" Si, en ese caso, hubiera dejado Dios en el fuego la
virtud de quemar, de seguro que habría quemado a Abraham, pues la
esencia del fuego está en la combustión; pero Dios la destruyó y creó
en su lugar el frío. Así, pues, también, esas potencias anímicas no tie-
nen eficacia alguna para alterar las esencias de las cosas, porque si la
tuvieran para transformar la esencia de un ser en otro, las esencias to-
das podrían cambiar y la razón humana en sus juicios carecería de todo
fundamento científico, pues siempre cabría concebir como posible que
la esencia real de lo cognoscible se transformase.
[14.°—CARISMAS DE LA MANO]
[98] [Estos carismas son, como los de los otros miembros, premio
y fruto de las virtudes cuyo ejercicio corresponde a las manos, es de-
cir, la generosidad y caridad para con los prójimos, llevadas ambas
hasta el extremo de la austeridad perfecta, que consiste en la abnega-
ción y sacrificio de la voluntad propia, prefiriendo dar al prójimo aun
lo que es indispensable para la vida propia, y eso espontáneamente,
antes de que el prójimo lo pida.
Entre los carismas de quien ha llegado a esta morada de perfec-
ción, uno es éste: coger con la mano un puñado de aire y, al abrirla,
encontrársela llena de oro y plata. Otro carisma, pero ya del orden
espiritual, consiste en contemplar cómo la diestra de Dios escribe con
su cálamo en la lámina del destino las realidades todas del cosmos,
bajo la forma de letras distintas, que son como los símbolos de los
géneros, especies e individuos de la creación entera. Pasa luego el
alma a otra contemplación más alta, que consiste en ver de un solo
golpe todos esos seres particulares, como resumidos o compendiados
en las formas o tipos universales del mundo superior. Otro grado más
elevado aún viene después: hasta entonces, el alma no ha visto a
Dios, porque los velos de las criaturas se lo impiden; la mano de Dios
descorre esos velos, después de decirle al alma: "No llegará hasta Mí
aquel cuya mano no se desprenda de toda cosa que no sea Yo mismo.