Page 426 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Cortemos del vientre 415
pendía de una cadena de oro; bebió y la dejó. Otro vió a una per-
sona en el aire que le ofrecía un panecillo, y preguntándole quién fuese,
le dijo que era el ángel de las provisiones. A otro se le apareció una
mujer que le ofrecía un manjar y a la cual nadie conocía; se le pre-
guntó quién fuese y él dijo: "El mundo de acá abajo, que está a mi
servicio." De este género de carismas los hay innumerables (1).
[118] [Los grados de iluminación que se logran mediante la aus-
teridad, son varios. Todos ellos consisten esencialmente en intuiciones
de la esencia del alimento espiritual o metafísico. En el grado primero,
al iluminado se le revelan los secretos biológicos de la semilla y de su
germinación y crecimiento, hasta convertirse en planta, cuyo fruto
sirve de alimento corporal. Todo el proceso de la vida vegetal es, pues,
realmente un proceso de nutrición del germen por medio de los agen-
tes físicos (lluvia, viento, luz solar), químicos (elementos de la tierra)
y angélicos, puestos por Dios al servicio de la semilla y de la planta,
igual que los alimentos vegetales y animales concurren a la vida del
hombre. En el segundo grado, al sufi se le revelan otros misterios más
altos y esotéricos, que están como simbolizados en los del grado pri-
mero. En su virtud, el místico contempla ya la semilla como símbolo
de la fe depositada gratuitamente por Dios en la tierra de su propia
alma, regada luego con la gracia eficaz del bien obrar y oreada por
los vientos de su especial providencia, hasta que produzca como fruto
la espiga de la intención pura y sincera de servir a Dios solo. En el
grado tercero, el místico contempla el misterio de la sabiduría provi-
dente de Dios, objetivada en el ángel encargado de la distribución equi-
tativa de los medios que conducen a los fines de la vida humana. En
su virtud, el místico logra, como fruto de esta contemplación, el espíritu
de la ecuanimidad y de la justicia, que otorga a cada criatura lo que
le es debido. En la meta de este grado de iluminación, el místico llega
a contemplar a Dios mismo, bajo el velo de su nombre "El Proveedor",
es decir, como causa primera y, en realidad, única de todo ser, en sus
(1) He suprimido dos casos de este género, por haberlos ya inserto: uno,
supra, parte primera, II, pág. 56, y otro en Risalat al-cods, § 14.