Page 425 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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414 Parte 111.— Textos: Mawaqui, 116, 117, 118
za de tela." El Taworí entonces sacó afuera la pieza de debajo de su
manto y dijo: "Ya se acabó. Ojalá que te hubieses callado." Dícese
también que el Taworí mismo era el sastre y quien se maravillaba del
prodigio era el dueño de la pieza, y que aquél se la echó a fuera di-
ciendo: "Ya se acabó."
Otro de los carismas de este grado de perfección consiste en con-
vertir un solo manjar de un plato en otros varios manjares de diferen-
tes clases, a la vista del que está comiendo, si así lo desea alguno de
los presentes. Persona digna de fe me refirió que el maestro de maes-
tros Abumedín (1) presenció este prodigio, realizado por un gran
místico, durante su peregrinación. Ello fué que, habiendo salido en
cierta ocasión con ánimo de emprender uno de sus viajes, encontró al
paso a uno de los amigos de Dios, y poco después, no muy lejos de
allí, entró a una cueva en la que vivía una vieja con la que le pasaron
cosas que él refería extensamente. Al fin de aquel mismo día volvió el
maestro Abumedín a la vieja y se sentó con ella, hasta que llegó un
hijo de ésta que servía a Dios en aquella montaña. Entró y saludó al
maestro Abumedín. La vieja presentóles la mesa con un plato y pan
y sentáronse a ella el maestro y el joven a comer. Dijo el maestro:
"Desearía que fuese tal manjar" (que se le había ocurrido de pronto).
El joven le respondió: "Di bismilá [en el nombre de Dios], oh señor
mío [117], y come lo que quieras." El maestro pronunció la jacula-
toria bismilá y se puso a comer, y he aquí que era el manjar que de-
seaba. "Y continué—decía Abumedín—dirigiendo la intención de mi
deseo, mientras el joven decía cada vez lo mismo que la vez primera
y yo encontraba el sabor del manjar que deseaba. El joven era pe-
queño, como un niño..."
Otro de estos carismas consiste en que al místico de este grado
se le aparezca un genio o un ángel trayéndole lo que haya de comer,
beber o vestir, o bien, que se lo presenten colgando en el aire, como
le sucedió a uno que, necesitando agua en medio del desierto, oyó
sobre su cabeza un ruido y levantando la cabeza vió que una copa
(1) Cfr. supra, parte primera, II, pág. 60.