Page 423 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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pirituales que la gula engendra son, según Abenarabi, muchas, por-
que el comer y beber más de lo necesario fomenta la actividad hasta el
abuso, es decir, hace hablar, andar, mirar, etc., sin restricción alguna.
Por eso, para contener al alma dentro de los límites de la ley divina,
el hombre debe reducir su alimento por la austeridad. En general, el
servicio de Dios exige la privación de todo exceso en la comida, be-
bida y vestido, tomando tan sólo lo indispensable para conservar la
vida, sin buscar el deleite sensible. [107] El cuerpo, por sí mismo, se
satisface con esto: igual se sacia con manjares delicados que con comi-
das nada suculentas; lo mismo se preserva de las inclemencias del clima
con harapos que con vestidos preciosos. El apetito concupiscible, en
cambio, es decir, el alma sensitiva, ya reclama lo excesivo y pecamino-
so. Sólo la razón, alumbrada por la revelación, es capaz de reprimir
ese apetito desordenado y preferir la austeridad al abuso, el hambre a
la hartura, el traje basto al fino, etc., porque, a diferencia del alma
sensitiva, mira al futuro más que al presente y a lo que es real más
que a lo aparente. Sabe muy bien, en efecto, que los bienes de este
mundo son falaces y caducos, pues acaban con la muerte. La austeri-
dad, por el contrario, produce efectos muy saludables al alma, pues
la ¡nueve a la práctica de las virtudes y de los ejercicios de devoción,
como se ve, por ejemplo, en el ayuno, que es la preparación más eficaz
para la vigilia nocturna y la oración mental.]
[115] A estos actos de virtud, propios del vientre, acompañan de-
terminados carismas y grados de iluminación, lo mismo que ocurre con
los actos de virtud propios de los demás miembros.
Uno de esos carismas, que no admiten duda ni peligro de ilusión
espiritual, consiste en que al místico le garantiza Dios mismo contra
la ilicitud de cuanto come, bebe o viste, mediante ciertas señales que
le revela, bien en sí mismo, bien en las cosas que debe estimar ilícitas
o dudosas y evitar el tomarlas. Esas señales son muchas y de muy di-
ferentes formas; tantas, que es imposible enumerarlas todas al porme-
nor, aunque siempre se reducen a los dos grupos susodichos. Cuando
le ofrecían algún manjar de sospechosa licitud a Alhárits el Mohasi-