Page 414 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Cariamos de audición 403
sea real y físicamente, bien sea por manera preternatural o milagrosa,
bien sea simplemente penetrando el místico la significación esencial de
dichos seres, sin que los oiga hablar. En cualquiera de estos tres casos,
el fruto del carisma consiste en que el alma se sienta excitada a la
perseverancia en la práctica de la virtud y a la perfección. Estos ca-
nsinas son herencia de los milagros, análogos a ellos, que el Profeta
realizó, v. gr., el de oír a las piedras alabar a Dios. Cuando el místico
alcanza este carisma, ya no ve cosa alguna del mundo que no alabe a
Dios, pero con un lenguaje idéntico al humano. Algunos que no han
experimentado realmente, sino tan sólo en apariencia, la verdad de este
carisma, lo niegan, porque suponen que no se da en tales casos verda-
dero lenguaje en los seres inanimados, sino únicamente audición ima-
ginativa en el alma del místico, el cual la interpreta como audición real
y externa, aunque tan sólo es interior e ilusoria. Esta ilusión auditiva
se da, efectivamente, en los principiantes.
Otro carisma de audición consiste en que el sujeto oiga que le ha-
blan, sin ver quién sea la persona que le dirige la palabra, y esto, bien
sea interpelándole, bien sea respondiendo a sus preguntas, bien sea sa-
ludándole, etc. Abenarabi asegura haber experimentado este carisma
en sus varias formas, y conocer por referencias su realidad en otros
místicos.
Todos los carismas de audición preexigen que el alma esté vacía
de toda idea o pensamiento ajeno o vano; sólo así cabe. escuchar la voz
de Dios, tanto si el sujeto está en la soledad, como en medio del trá-
fago del mundo. Hay, en efecto, almas a quienes este tráfago no les
estorba para recibir los carismas de audición, si bien hay muchos que
sólo los reciben en el retiro, hasta que su estado interior se fortalece
y son aptos para percibir en su interior la voz de Dios, sin que las vo-
ces del mundo exterior se lo impidan. Entonces el alma va ascendien-
do de grado en grado, hasta llegar a oír dentro de sí la palabra eterna
de Dios directamente. El provecho que el alma saca entonces de este
sublime carisma no estriba tanto en el mero hecho de que Dios honre
al alma haciéndole oír su voz, cuanto en las ideas santas que esta voz
le sugiere y en el deleite espiritual que el alma experimenta.)