Page 409 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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398 Parte lll.— Textos: Mawaqui, 64, 65, 66, 67, 68
musiera [65], así también el alma de estos místicos, encerrada en la tie-
rra de sus cuerpos, después de que el ejercicio ascético los ha equilibra-
do y purificado y el sol de la divina gracia los ha fundido con su ca-
lor, sale de su encierro y, sin dejar de seguir informando al cuerpo,
se eleva hasta el mundo supremo, adquiriendo allí las cualidades pro-
pias de los espíritus angélicos con los cuales convive, es decir, que
se hace invisible, como éstos, a los ojos de los hombres, o anda sobre
las aguas o vuela por los aires y viene a ser entonces como la hyle
o materia prima, que es apta para revestir todas las formas, al modo
de los ángeles que se aparecen a los hombres bajo variadas figuras.
La invisibilidad de su persona real obedece a un obstáculo subjetivo
de los que lo miran, obstáculo producido por el místico que se les hace
invisible, en cuanto a su personalidad real, y visible sólo bajo la for-
ma de que se ha revestido. Las almas todas tienen un solo y el mismo
origen; pero al unirse con los cuerpos, que son de naturaleza y calida-
des diferentes entre sí, adquieren las calidades y complexiones propias
de los cuerpos con las cuales se unen y en cuya vecindad habitan. Sólo
cuando el fuego de la mortificación y el ascetismo purifica la comple-
xión orgánica del cuerpo, se libra el alma de su influjo y retorna
al mundo espiritual de su prístino origen, aunque sin dejar de gobernar
al cuerpo. Claro es que esta purificación es más o menos difícil y lenta,
según que la complexión orgánica está más o menos lejos del equilibrio
temperamental.]
[66] De la visión y trato del mundo angélico, exterior al místico, es
luego trasladado éste a la visión del otro mundo angélico o celestial,
propio de él, es decir, interior u oculto en su mismo espíritu. Esta
otra visión consiste en que Dios le abra los ojos de su vista interior,
para que contemple los misterios que se guardan en su propia alma,
dentro de una mansión cerrada con llave y escondidos cada uno en su
respectivo rincón. A su vez, el ojo de la vista interior está también o
tapado con un velo o cubierto de una capa de herrumbre, según que
la visión carismática haya de ser directa o refleja como en un espejo.
Una vez que desaparece del ojo el velo o la capa de herrumbre y se
descorre el cerrojo y se derrumba el escondrijo y sale el sol de la Ver-