Page 404 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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          ¿Cómo es que no logra el místico la plena posesión de una mora-
        da de la vida espiritual, mientras no ha logrado previamente la pose-
        sión perfecta de la virtud moral por cuyo medio se llega a dicha mo-
        rada? ¿Acaso no es de esa virtud de donde nace para el alma, si bien
        lo examinas, un mundo espiritual, que surge como prolongación del
        acto o hábito ascético correspondiente, por ministerio de la cualidad
        espiritual a la que el alma asciende dentro del mundo invisible, des-
        pués de adquirido el hábito? Si, pues, esto es así, ¿cómo va a retornar
        el alma al mundo visible para completar la preparación ascética que le
        falta,  si sus movimientos no se realizan  sino al ritmo de los movi-
        mientos del Espíritu que busca lograr? Dirá entonces el alma: La efu-
        sión de las gracias es gratuita. El que las derrama no está obligado a
        comunicar  al alma  la plena iluminación de todos los misterios que
        van anejos a la posesión habitual de la cualidad o virtud que por su
        gracia le otorgó, sino tan sólo en la medida que bien le plazca al Do-
        nador concedérselas... No hay, en efecto, cualidad alguna espiritual
        o virtud, que no tenga sus grados de perfección. Si cada virtud no tu-
       viese más que un solo grado, entonces sí que el alma lograría la plena
        posesión de ella y la iluminación de los misterios a ella anejos, desde
       el primer momento o estado transitorio de la respectiva morada; mas,
       como cada morada es divisible en función del número de los grados de
       virtud, resulta que si el Donador quiere otorgar al alma, de una vez, la
       iluminación de los misterios todos que van anejos a todos los grados
       de la cualidad o virtud celestial correspondiente,  el alma logrará ya
       entonces la perfección; pero  si no quiere, ¿quién le podrá obligar a
       ello? Nosotros hemos visto un gran número de místicos que siguiendo
       esta vía llegaron a poseer los carismas de andar por los aires y sobre
       las aguas y de recorrer en un instante [134] larguísimas distancias, y
       esto en público y a ojos vistas; pero después tuvieron que retornar a
       completar la perfección, que Ies faltaba, de la virtud correspondiente.
       Y aquí es donde está el lugar del peligro, pues unos completan su pre-
       paración y vuelven a lograr la morada, mientras que a otros se les hace
       largo el repudio y acaban por abandonar el camino...
          Pero dirás  : "Y este místico iluso, ¿estaba acaso revestido de las
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