Page 402 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Elogio de la tristeza 391
tecido. ¡Ojalá que yo pudiese ver a quien hubiera visto un alma entris-
tecida! ¡Oh triste, bendito seas una y otra vez! ¡Por Dios juro que
tú eres el hombre feliz, que tú eres el verdadero poseedor de la intui-
ción real, que tú eres el amigo íntimo y sincero de Dios! ¡Ojalá que
Dios me otorgase la gracia de la tristeza, sacándola de los tesoros de
su generosidad! Tesoros tiene la tristeza, de los cuales no se otorga
por Dios cosa alguna, más que al que es su amigo sincero. El triste
tiene la intuición del decreto divino. El triste es el verdadero contem-
plativo. El triste es el heredero de los profetas. El triste es el misterio
de Dios en la tierra. Cuando al corazón le falta la tristeza, se arruina.
¡Oh iluso [194], que piensas haber llegado y estás perdido! ¡Oh infeliz,
lo mismo que yo! ¿Acaso ignoras que lo que te falta es mucho más de
lo que tienes? ¿De qué estás, pues, alegre? Aun aquel que por reve-
lación especial estuviera seguro de su salvación, se debería entristecer
al considerar cuán pocas gracias da a Dios por ese singular benefi-
cio... Si, pues, aun el que tiene seguridad de salvarse ha de estar tris-
te, ¿qué te parece deberá hacer el que está lleno de temor porque igno-
ra io que le ha de venir? ¡Feliz aquel cuya túnica es el temor de Dios,
y su manto la tristeza, y su manjar la tristeza, y su bebida la tristeza!
Los amigos sinceros de Dios y los profetas, en la tristeza se deleitan.
La tristeza es la suma de todo bien. A aquel a quien Dios ama, de en-
tre sus siervos, envíale su plañidera al fondo de su corazón. El que no
ha gustado el sabor de la tristeza, tampoco ha gustado el sabor de la
devoción. No te extravíes, pues, hijo mío, si oyes decir al amigo de
Dios, confirmado en su gracia, que la tristeza es una morada espiritual
de inferior categoría, pues con esas palabras no quiere decir el místi-
co, dotado de intuición esotérica, lo que se imaginan algunos que pe-
nosamente y con dificultad recorren este camino. Como la ciencia es
más o menos elevada, según lo es el objeto por ella conocido, así tam-
bién la tristeza es morada más o menos alta, según lo sea su sujeto.
Da por supuesto que Dios te ha instalado ya en la más sublime de las
moradas, a las que pueda llegar la más excelsa de las criaturas. ¿Te
faltará todavía algo o no te faltará, bien sea porque no poseas el te-
mor reverencial que aquella morada exige por su excelsitud misma,