Page 411 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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400        Harte III.— Textos: Mawaqui, 68, 69, 70
        conozca sin necesidad de tal confesión. La causa originaria de tal co-
        nocimiento es que entre los corazones existe cierta relación de analo-
        gía, en virtud de la cual, cuando una idea nace en  el corazón de un
        novicio y se trata de un mal pensamiento, brota de su corazón, con esa
        idea mala, una oscura nube que derechamente va hacia el corazón de
        su director espiritual, y así que éste se enfrenta con su discípulo, flé-
        cese más denso el humo de la nube, y en cambio se disipa al marchar-
        se  el novicio de su presencia, y de esta manera averigua el maestro
        de quién era aquella idea. Si el pensamiento es bueno, fórmase, en vez
        de la nube de humo, un vapor sutil y aromático, por  el cual conoce
        el maestro quién es la persona, como en el caso anterior.
          Para el caso en que la persona no está presente, sino ausente, su-
        pongamos el siguiente ejemplo: mientras un asceta está sentado en la
        mezquita, le viene de pronto a uno de su casa el deseo de comer car-
        ne, y el asceta experimenta [69] en su propia alma ese mismo apetito, a
        pesar de sentirse él completamente exento y puro de todo deseo sensi-
        ble, y, después, encuentra también en su alma que aquella cosa desea-
        da debe él llevarla a su casa. Si la persona que ha tenido tal deseo es
        desconocida para el iluminado y Dios quiere que sea éste quien se lo
        satisfaga, cabe que Dios mismo le sugiera, después de haber compra-
        do la cosa, la manera de averiguar la persona, y cabe también que por
        sí mismo conozca sólo su domicilio y Dios le inspire las señas perso-
        nales del sujeto. Cuando ninguno de estos casos se dé,  el iluminado
        saldrá de la mezquita sin dirección fija, conducido por Dios y con su
        pensamiento en movilidad continua, hasta llegar frente a la persona o
        a su domicilio, y entonces obrará como en los casos anteriores: le en-
        tregará la cosa y se marchará.
          Otra modalidad existe aún, que es de las formas más sutiles de la
        revelación divina. Consiste en que se te ocurra una idea y venga a  ti
        el alumbrado y la encuentre grabada en tu propio vestido, con el pre-
        cepto o la prohibición de ejecutarla, según sea buena o mala la idea.
        Esto es lo que le sucedió al maestro Abumedín (1), cuando le vino la

          (1)  Cfr. supra, parte primera,  II, pág. 60.
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