Page 511 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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500       Parte III.— Textos: Fotuhat, 11. 449, 450, 45b
        mitado por ningún lugar preciso, ya que su esencia repugna tal deter-
        minación particular. Por eso dice Dios: "Doquiera volváis  el rostro,
        allí está el rostro de Dios." Y en otro pasaje: "El está con vosotros,
        doquiera os encontréis (1)." De aquí que  el que ama a Dios, anda
        errante sin rumbo, por toda senda y en todo momento, porque su ama-
        do es Dios, hacia  el cual no hay que marchar en una dirección deter-
        minada, puesto que El mismo se le manifiesta, en cualquier dirección
        que camine y cualquiera que sea la situación en que se halle. Por eso
        los que aman a Dios merecen el calificativo de locos de amor, más que
        los que aman a las criaturas. Dios es para ellos el objeto único que
        sus ojos contemplan, que sus lenguas pronuncian, que sus oídos oyen.
        Así conocen a Dios los místicos inteligentes; de este modo real se ma-
        nifiesta a sus amigos.
          5. °  Los suspiros.—Son como las chispas (2) del voraz fuego que
        al corazón consume y que, no pudiendo éste contenerlas, salen afuera
        empujándose unas a otras sin descanso en la salida, como síntoma de
        la angustia y tristeza que el amante experimenta. Y por eso los sus-
       piros, cuando salen, dejan oír  el sonido vibratorio del aire espirado,
        que está a una temperatura elevadísima, lo mismo que el fuego al arde:
       deja escapar un estallido, que es lo que se llama chisporroteo.
          Mas este fenómeno se verifica exclusivamente en  el cuerpo físico
        del amante.
          6. "  La melancolía amorosa [450].—Designa este nombre aquella
       intensísima tristeza del corazón, que no va acompañada de lágrimas,
       pero que obliga al amante a lanzar de continuo ayes y gemidos (3).
        Es una pena que el amante siente dentro de sí, pero que no es debida
         (1)  Alcorán,  II, 109; LVII, 4.
         (2)  Esta analogía que  el autor establece entre los suspiros y las chispas,
       nace de que la raíz árabe zafara significa suspirar y chisporrotear.
         (3)  No coincide esta definición con las que dan los diccionarios de sinóni-
       mos. El del P. H. Lammens (Beyrouth, 1889) da dos, diferentes entre sí y de la
       de Abenarabi: una, "la tristeza incurable" (pág.  13, núm. 46); otra, "la triste-
       za secreta" (pág. 173, núm. 642). A pesar de estas discrepancias, me he atre-
       vido a traducir melancolía amorosa, fundado en el análisis psicológico que Abe-
       narabi hace,  el cual, por su delicadeza y precisión, no deja lugar a la duda.
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