Page 525 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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514 Parte III.—Textos: Fotuhat, II, 458
nido amor. Sin embargo, él era [ya, antes] un amante de Dios y [a
pesar de eso] no se consumió hasta que, al oír las palabras de aquel
maestro de espíritu, sublevóse su amor que estaba latente y le pasó lo
que le pasó. Ese amor, que no ejercía influjo alguno en el amante has-
ta que las palabras del maestro lo excitaron, era amor físico, pues sólo
la naturaleza física es la que es capaz de experimentar transformación
y excitación. Antes de que el maestro le hablase, ya se le atribuía el
amor [a aquel amante], y, sin embargo, no por ello sufría el fenóme-
no aquel de la disolución, en cuya virtud convirtióse en agua [el orga-
nismo] que antes era huesos, carne y nervios. Si su amor hubiese
sido divino, no habrían hecho en él mella las palabras fónicas, no ha-
brían conmovido la espiritualidad de su ser las frases elegantes. [Pero,
como su amor no era divino], se avergonzó de sus pretensiones de
amante y surgió en el fondo de su corazón el fuego del rubor, que
no cesó de consumirlo, hasta que se transformó en lo que la anécdota
dice. De modo que la alteración del organismo y la mutación a través
de los estados físicos no afecta sino a los que poseen el amor físico.
Y ésta es la diferencia entre el amor espiritual divino y el amor físico.
El espiritual ocupa un lugar intermedio entre el divino y el físico. En
lo que tiene de divino, es inalterable la esencia del sujeto; en lo que
tiene de físico, experimenta cambios, aunque sin aniquilarse el sujeto.
De modo que la aniquilación se debe siempre al amor físico, y la per-
manencia del sujeto se debe al amor espiritual. Por eso, como el ángel
Gabriel ama a Dios con amor espiritual, porque es un espíritu (aun-
que con cierta relación a la naturaleza física, por razón de su corpo-
reidad, y como los cuerpos físicos extraelementales no se transfor-
man (al revés de los cuerpos elementales, que se transforman porque
proceden de principios corruptibles, mientras que la naturaleza física
no está sujeta a alteración en sí misma, ya que las esencias son inalte-
rables), por eso Gabriel se desvaneció (1), pero sin consumirse la sus-
tancia de su cuerpo, como se consumió el protagonista de la anécdota
(1) Ignoro la tradición, a que aquí indudablemente se alude, relativa al
ángel Gabriel.