Page 155 - Confesiones de un ganster economico
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                                       La república americana contra el

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                        V  oy a hablarte con franqueza —dijo Paula, sentados los dos en una cafetería—. Los
                           indios y los granjeros cuyas fincas se hallan a orillas del río donde estáis
                        construyendo vuestro pantano os odian a muerte. Hasta los habitantes de las ciudades,
                        aun sin estar directamente afectados, simpatizan con la guerrilla que ha empezado a
                        atacar la obra. Vuestro gobierno dice que son unos comunistas, unos terroristas y unos
                        narcotrafícantes, pero la verdad es que no son más que personas que tienen familia y
                        que vivían en las tierras que tu compañía está destruyendo.
                           Yo acababa de mencionarle lo de Manuel Torres. Era éste un ingeniero empleado de
                        MAIN y uno de los que habían sufrido recientemente el ataque de la guerrilla en los
                        lugares donde levantábamos la presa. Manuel era colombiano y lo empleábamos
                        porque el Departamento de Estado había promulgado una norma que prohibía enviar
                        ciudadanos estadounidenses a esa obra. Nosotros llamábamos a esto «la doctrina de
                        los colombianos prescindibles», lo que simbolizaba para mí una actitud que había
                        acabado por aborrecer. Y mis sentimientos hacia esas políticas estaban empezando a
                        complicarme la vida demasiado.
                           —Según Manuel, dispararon con sus AK-47, primero al aire y luego a sus pies —le
                        conté a Paula—. Parecía tranquilo cuando me lo contó pero yo sé que estaba casi
                        histérico. No mataron a nadie.
                           Se limitaron a darles ese mensaje y luego los enviaron río abajo en sus barcas.
                           — ¡Dios mío! — exclamó Paula —. Estaría aterrorizado el pobre.
                           —Sí que lo estaba. —Y luego recordé que le había preguntado a Manuel si le
                        habían parecido de las FARC o del M-19, refiriéndome a los dos grupos guerrilleros
                        colombianos más temidos.
                           -¿Y qué?
                           —  El dice que ni de lo uno ni de lo otro. Pero que cree lo que anuncian
                        en esta carta.
                          Paula recogió el periódico que yo había traído y leyó en voz alta el
























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