Page 209 - Confesiones de un ganster economico
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                        El artículo venía acompañado de un retrato poco favorecedor del general y anunciaba
                        para el día siguiente una segunda parte con más detalles. 3
                           Por si fuesen pocas dificultades, Noriega tuvo que cargar con otra más, la de su
                        contemporaneidad con un presidente de Estados Unidos afectado por un problema de
                        imagen, o lo que algunos periodistas llamaban «el factor pelele» de George H. W.
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                        Bush.  Este aspecto cobró especial significación cuando Noriega se negó a considerar
                        una prórroga de quince años para la presencia de la Escuela de las Américas. En las
                        memorias del general encontramos una revelación interesante:

                            Aunque estábamos decididos a continuar el legado de Torrijos, motivo de orgullo
                            para nosotros, Estados Unidos no estaba dispuesto a consentirlo. Deseaba una
                            prórroga o una renegociación para esa instalación [la Escuela de las Américas],
                            aduciendo que todavía la necesitaban en vista de los crecientes preparativos
                            bélicos en Centroamérica. Pero, para nosotros, la Escuela de las Américas era una
                            vergüenza. No queríamos tener en nuestro territorio un campo de entrenamiento
                            para escuadrones de la muerte y militares represores de ultraderecha. 5

                           Aunque después de lo dicho tal vez el mundo debía haber intuido lo que iba a
                        ocurrir, el 20 de diciembre de 1989 el planeta asistió con asombro al ataque lanzado por
                        Estados Unidos contra Panamá poniendo en juego un volumen de medios aéreos nunca
                                                                                   6
                        visto, según se dijo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial.  Fue un ataque sin
                        provocación previa dirigido contra población civil. Panamá y su pueblo no
                        representaban absolutamente ningún peligro para Estados Unidos ni para país alguno
                        del planeta. En todas partes los políticos, los gobiernos y la prensa denunciaron la
                        acción unilateral de Estados Unidos como una violación flagrante del derecho
                        internacional.
                          Si esa operación militar se hubiese dirigido contra un país responsable de perpetrar
                        genocidios u otros delitos contra los derechos humanos — digamos, el Chile de
                        Pinochet, el Paraguay de Stroessner, la Nicaragua de Somoza, El Salvador de Roberto
                        D'Aubuisson o el Iraq de Saddam— el mundo tal vez lo habría entendido. En cambio
                        Panamá no había hecho nada de ese género, sólo había tenido la osadía de contrariar
                        las voluntades de un puñado de poderosos, políticos y ejecutivos empresariales. Se
                        había empeñado en hacer cumplir el tratado del Canal, había tenido conversaciones
                        con reformadores sociales y había estudiado la posibilidad de construir un nuevo canal
                        con financiación japonesa y




























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