Page 213 - Confesiones de un ganster economico
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oligarquía pre-Torrijos, títere de Estados Unidos desde que Panamá fue segregado de
Colombia hasta que Torrijos accedió al poder. El nuevo tratado del Canal quedaba
condenado a la irrelevancia puesto que, defacto, Washington recuperaba el control de
esa vía marítima dijeran lo que dijeran los documentos oficiales.
Mientras reflexionaba sobre estos incidentes y sobre todo lo que había
experimentado durante mi trabajo en MAIN, sin darme cuenta iba repitiéndome las
mismas preguntas una y otra vez: ¿Cuántas decisiones, incluidas las de gran
trascendencia histórica que afectan a millones de personas, van a cargo de hombres y
mujeres movidos por afanes personales, en lugar de por el deseo de hacer lo que es
justo? ¿Cuántos de nuestros altos funcionarios actúan a impulsos del deseo de
enriquecimiento personal, en lugar de por el interés público? ¿Cuántas guerras habrán
estallado sólo porque un presidente no quiere que sus conciudadanosle tengan por un
«pelele»?
Pese a lo prometido durante mi conversación con el presidente de SWEC, mi
contrariedad y mis sensaciones de impotencia ante la invasión de Panamá me indujeron
a reanudar el trabajo con mi libro, salvo que esta vez decidí centrarme en Torrijos. Veía
en su caso una posibilidad para exponer muchas de las injusticias que agobian a nuestro
mundo, así como una manera de librarme de mis remordimientos. Esta vez, no
obstante, preferí guardar reserva sobre lo que estaba haciendo, en lugar de pedir
consejos a los amigos y los colegas.
Mientras me documentaba para el libro quedé consternado al comprobar la
dimensión de lo realizado por nosotros, los gángsteres económicos, en tantos lugares
diferentes. Intentaba concentrarme en algunos de los casos más notables, pero la lista
de los países en donde yo había trabajado y que habían quedado peor que antes era
asombrosa. Al mismo tiempo quedé horrorizado por el alcance de mi propia
corrupción. Pese a mis muchos exámenes de conciencia, sólo ahora comprendía que
mientras estuve enfrascado en mis actividades cotidianas no había alcanzado a ver la
perspectiva general. De modo que cuando estuve en Indonesia cavilaba sobre los temas
que discutíamos Howard Parker y yo, o los que me planteaban los jóvenes amigos de
Rasy. Cuando trabajé en Panamá me afectaron las implicaciones de lo que veía en los
barrios degradados que me mostraba Fidel, la zona del Canal y la discoteca. En Irán
fue inmenso el trastorno que me produjeron mis entrevistas con Yarnin y con Doc.
Pero ahora, al reunirlo todo en un libro, alcanzaba por primera vez una visión de
conjunto y entendía cómo había sido fácil pasar por alto el panorama general y, por
consiguiente, que se me escapase el
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