Page 121 - Arquitectos del engaño
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prominentes  dejaran  la  orden  o  perderían  sus  empleos.  A  los  masones  se  les  vetó  hacer  de  jurado.  Eran
        insultados por las calles. El caso Morgan había despertado un resentimiento público contra las sociedades
        secretas en general y contra los masones en particular. Los políticos que estaban a favor de la masonería
        tuvieron que cortar los lazos con la orden. Pronto aparecieron tantas como 141 publicaciones antimasónicas.
               Tras  el  juicio  y  la  publicación  del  libro  de  Morgan,  45.000  masones  abandonaron  las  logias.  Se
        cerraron casi 2.000 logias. Muchas de las logias restantes vieron anuladas sus actividades. Sólo en el estado
        de  Nueva  York,  había  30.000  masones.  Cuando  se  publicó  el  libro  de  Morgan,  el  número  de  miembros
        disminuyó hasta 300 (William J. Whalen, "El cristianismo y la masonería Americana", 1.987, p. 9).
               Uno de los que dejó la masonería en aquellos momentos fue un joven abogado, Millard Fillmore, que
        en 1.850 fue el 13º presidente de los Estados Unidos. También comenzó a advertir en contra de los masones.
               El presidente de Estados Unidos John Quincy Adams (1.825-1.829), fue un decidido opositor de las
        sociedades  secretas  y  de  la  fraternidad  de  la  masonería.  Creía  que,  "La  masonería  debe  ser  abolida  para
        siempre". Adams declaró: "Es mala - esencialmente mala - una semilla del mal, que nunca puede producir
        ningún  tipo  de  bien...  La  existencia  de  esta  orden  es  una  mancha  de  suciedad  sobre  la  moral  de  una
        comunidad." (William G. Sibley, "La historia de la masonería", 1.913)
               Adams  escribió  tres  cartas  al  historiador  y  coronel  William  Leet  Stone,  masón  de  alto  rango,
        Caballero Templario y editor de The New York Comercial Advertizer, en las que denunciaba como Thomas
        Jefferson  había  utilizado  las  logias  masónicas  con  fines  subversivos  iluministas.  Las  cartas  están  en  la
        biblioteca de la plaza de Whittenburg en Filadelfia.
               Los  Illuminati  lo  castigaron  arruinando  sus  posibilidades  de  reelección.  Adams  fue  totalmente
        destruido por la prensa ya que estaba controlada por los Illuminati. Se disponía a denunciarles en un libro,
        pero le robaron el manuscrito.
               Debido al caso Morgan, David C. Bernard, David Miller y 41 ex-masones más fundaron la Sociedad
        Anti-Masónica en Le Roy, Nueva York, en la primavera de 1.828, posteriormente fue llamado el Partido
        Anti-Masónico. Querían prohibir la francmasonería y las protestas organizadas en las ciudades de la costa
        este. Millard Fillmore se convirtió en miembro del partido en 1.828.
               William  Wirt  fue  nominado  a  la  presidencia  de  Estados  Unidos  por  el  Partido  Anti-Masónico  en
        Baltimore  en  septiembre  de  1.831.  En  la  elección  de  1.832  recibió  el  ocho  por  ciento  de  los  votos
        (1.262.755). La mayor parte eran de Vermont. Su limitado éxito fue debido al caso Morgan, pero la gente
        también fue consciente de la amenaza de la masonería internacional. Los efectos del escándalo lentamente se
        fueron apagando durante la década de 1.840. Una sombra ominosa, sin embargo, ha estado colgando sobre
        las sectas masónicas desde entonces. No todo el mundo es un idiota con el cerebro lavado, como piensan los
        líderes masones.
               Entre el 26 y el 30 de septiembre de 1.896 se celebró un Congreso antimasónico en Trento, Italia,
        donde también participaron 36 obispos católicos. Unas 18.000 personas marcharon por las calles de Trento
        en protesta por la masonería.
               Otra  gran  manifestación  contra  los  masones  fue  organizada  por  el  coronel  Emile  Sonderegger  en
        Ginebra, Suiza, el 9 de noviembre de 1.932. El 28 de noviembre de 1.937, hubo un referéndum para prohibir
        todas las sociedades secretas. Los que estaban a favor de la prohibición (235.000 votos) perdieron de largo.
        Dos  tercios  (514.000)  votaron  en  contra.  Todos  los  partidos  políticos  apoyaban  a  los  masones.  El
        movimiento antimasónico de Sonderegger se derrumbó rápidamente después del referéndum.
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